Orangutanes (Borneo)
¡Buenos días! Ayer tuve un mal día, quizás fue
culpa de la lluvia o de la fecha, martes trece… También es posible que sintiera
el bajón después de un fin de semana creativo, con una dosis de deseo frustrado
de continuar con las tramas en vez de centrarme en los impuestos trimestrales.
Por suerte tengo capacidad para concentrarme en el
trabajo, sin interferencias de mi estado anímico. Una vez entro en el despacho
dejo fuera los inputs negativos y me
dedico únicamente a avanzar en las tareas propias de mi puesto.
Por la tarde cayó una tormenta épica. Volví a casa
en una tregua, consiguiendo llegar seca, y me fui a comprar comida, preparé la
cena, encendí el Mac y escribí un poquito, cambiando algunas de las frases
anteriores para darles mayor consistencia.
También busqué nuevos pins para el tablero de UUDC
en Printerest. Es adictivo, podría pasarme el día rastreando la web a la caza
de nuevas instantáneas para ilustrar cada instante de mis protagonistas.
Nos quedamos en la habitación del Pullman. Tras
arreglarnos, con las maletas sobre un sillón y la mesa, sin deseos de
deshacerlas para dos noches, bajamos a recepción para decidir qué hacíamos.
Cerca de Kuching hay una reserva de orangutanes, The Semenggoh Wildlife Centre.
Teníamos previsto pasar el día siguiente ahí, pero decidimos adelantarlo.
Para ver a los orangutanes has de ir a la reserva
a la hora de alimentarlos. Hay dos turnos en el día: a las diez de la mañana o
a las dos de la tarde. No te aseguran que vengan, están en semi libertad y los
cuidadores solo pueden tentarlos con fruta y llamadas.
Eran las once, de Kuching a Semenggoh hay tres
cuartos de hora de trayecto. Decidimos ir a comer algo antes de subirnos a un
taxi para ver los orangutanes. No es barato, sale a unos ciento setenta
ringgits (unos treinta y siete euros), pero este precio incluye llevarte hasta
arriba, esperarte y devolverte al hotel.
Existen opciones de ir en autobús, sin embargo al
ser cuatro vale la pena un vehículo privado. Comimos en un sushi bar de las
galerías bajo el hotel y llegamos a Semenggoh media hora antes de la cita con
los orangutanes.
Es emocionante, increíble, extraordinario… Me
podría pasar horas buscando adjetivos para describir la experiencia. Tras visitar
los cocodrilos que tiene en cautividad y una charla de los cuidadores,
aparecieron los primeros primates, descolgándose por unas cuerdas puestas para
ellos.
Observamos ensimismados cómo se movían con
agilidad, bajaban hasta el cuidador y conseguían la fruta, para luego
llevársela a las cuerdas. Colgados con una sola extremidad se la comían. Era un
espectáculo.
Pasados unos minutos nos pidieron que camináramos
por un sendero que se adentraba en la selva para ir a otro punto donde tenían
comida. Allí vimos a madres con crías en la barriga, avanzando hacia la fruta.
¡Feliz día! J
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