Bako National park III (Borneo)
¡Buenos días! Ayer releí bastantes veces las
últimas escenas de UUDC, descubriendo algunos fallos y subsanándolos para
encontrar un ritmo adecuado a la narración. He creado una lista de Spotify
llamada UUDC, donde voy colocando las baladas que me ayudan a encontrar el tono
de escritura y algunas canciones que salen en la historia.
Me gusta escribir con música, dejarme seducir por
los acordes, adecuándome a los sentimientos que emanan de las canciones. A
veces, cuando busco novedades, cierro los ojos mientras las escucho y dejo
vagar mi imaginación, en busca de ese feeling
para crear la atmósfera adecuada.
Avancé poco en la narración, antes necesitaba
dejar perfectos los dos últimos capítulos. Últimamente el funcionamiento de mi
mente es extraño, ya no se conforma con escribir sus ideas, ahora quiere
revisar el manuscrito una y otra vez, hasta estar segura de tener algo a la
altura.
Nos quedamos en la playa de Teluk Paku, observando
los cangrejos, acompañados de varios turistas y un par de guías. Uno de ellos
nos señaló la copa de un árbol, anunciándonos la visión de un mono narigudo.
Debía estar muy escondido, porque no lo vi, a pesar de las muchas explicaciones
del guía.
La playa
era preciosa, se respiraba paz, sosiego y una serenidad perfecta. Hacía
muchísimo calor y estábamos exhaustos de la caminata por la selva. Nos sentamos
en una de las rocas a recuperarnos un poco y nos dimos cuenta de que había
diversas barcas en la arena.
Uno de los barqueros nos ofreció llevarnos a otro
enclave para hacer otra excursión de vuelta. No era caro, pero nosotros
preferimos regresar a la base por el mismo camino.
Buscamos a los monos narigudos en el regreso, sin
tener la suerte de divisar alguno. Nos sorprendieron los sonidos que hacían los
guías para atraerlos, eran agudos, como si imitaran a un pájaro.
Llegamos una hora y media después a la cabaña, nos
estiramos unos segundos en las camas para recuperar el resuello y luego
caminamos hacia el edificio principal para comer. En el sendero encontramos una
familia de macacos, con un bebé monísimo.
Durante unos minutos les observamos, fotografiándoles,
riendo y descubriendo la maravilla de lugar donde estábamos. Luego fuimos a
comer. Es importante pensar que en Bako no sirven las tarjetas de crédito, el
dinero hay que llevarlo en efectivo.
La comida era un buffet con varios platos en
bandejas, situadas tras un cristal. No era perfecto ni muy variado, pero es la
única posibilidad que hay de tomar algo. Por suerte era barato, nos costó
dieciocho euros en total...
¡Feliz día! J
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