Bye bye Singapur

7:07 Pat Casalà 0 Comments

¡Buenos días! Hace un poquito de frío, o quizás estoy destemplada. Mi marido lleva tres días en Hong Kong y me cuesta mucho dormir cuando él no está. Suerte que a finales de la semana que viene ya estará de vuelta…
Ayer avancé un poquito en CDTEAT y estuve a puntito de terminar UUDC. Me quedan apenas dos capítulos y medio, un suspiro. Estaba en casa, con el ordenador en el regazo, las ideas listas, la música de fondo y unas ganas locas de rubricar ese ansiado The End.
Tenía dos opciones: me iba a mi clase de baile o escribir. Mi cabeza me pedía a gritos la segunda opción, con deseos de terminar la historia con la fuerza que merece, pero el sentido común se impuso, ir al gimnasio es necesario para la mente y el cuerpo, así que acabé sentada en la moto, con la novela esperándome en el ordenador.
Esta semana la acabaré. Luego vendrá la corrección, la lectura de mis beta, la emoción de tenerla terminada y seguiré con CDTEAT.
Hoy me toca explicaros las últimas horas en Singapur… Me da muchísima penita, escribir el final significa que ya no voy a recordarlo cada mañana cuando me siento frente al ordenador con la casa dormida.
Nos fuimos del zoo después de comer, con ganas de regresar a Marina Bay. El taxi nos dejó en la zona de los rascacielos, cerca del río. Caminamos bajo un calor abrasador, estábamos muy cansados del día. Compramos un par de botellas de agua para refrescarnos y decidimos subirnos a uno de los barcos turísticos para ver Singapur desde el agua.
Nos quedaban pocos dólares de Singapur, los suficientes para pagar el barco y entrar un ratito en un Starbucks a tomar un café y un par de pastas. Necesitábamos guardar dinero para el taxi de ida al aeropuerto.
Me gustó muchísimo el recorrido en barco, paramos en Clark Quay y nos bajamos a dar una vuelta por esta zona chulísima, con las casas pintadas de colores chillones y ventanas de otras tonalidades, música en directo y bares frente a la bahía. Es una de las visitas obligadas del lugar que realmente vale la pena.

Al terminar el recorrido teníamos unas horas por delante, pero estábamos reventados. Decidimos regresar al hotel, pedir las maletas para rescatar nuestra ropa de repuesto e irnos a descansar a la piscina. Vimos cómo anochecía, cenamos estirados en la hamaca, nos bañamos, hicimos el tonto bajo el agua y a las nueve y media de la noche nos cambiamos de ropa.

A las diez subimos a un taxi rumbo al aeropuerto, con muchísima ilusión por los días pasados, ganas de ver las fotos y de recordar para siempre este magnífico viaje. Nos despedimos de Singapur, facturamos las maletas y esperamos a la salida de nuestro avión a la una de la noche, de vuelta a Barcelona.

¡Feliz día! J

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