Bye bye Singapur
¡Buenos días! Hace un poquito de frío, o quizás
estoy destemplada. Mi marido lleva tres días en Hong Kong y me cuesta mucho
dormir cuando él no está. Suerte que a finales de la semana que viene ya estará
de vuelta…
Ayer avancé un poquito en CDTEAT y estuve a
puntito de terminar UUDC. Me quedan apenas dos capítulos y medio, un suspiro.
Estaba en casa, con el ordenador en el regazo, las ideas listas, la música de
fondo y unas ganas locas de rubricar ese ansiado The End.
Tenía dos opciones: me iba a mi clase de baile o escribir.
Mi cabeza me pedía a gritos la segunda opción, con deseos de terminar la
historia con la fuerza que merece, pero el sentido común se impuso, ir al
gimnasio es necesario para la mente y el cuerpo, así que acabé sentada en la
moto, con la novela esperándome en el ordenador.
Esta semana la acabaré. Luego vendrá la
corrección, la lectura de mis beta, la emoción de tenerla terminada y seguiré
con CDTEAT.
Hoy me toca explicaros las últimas horas en
Singapur… Me da muchísima penita, escribir el final significa que ya no voy a
recordarlo cada mañana cuando me siento frente al ordenador con la casa
dormida.
Nos fuimos del zoo después de comer, con ganas de
regresar a Marina Bay. El taxi nos dejó en la zona de los rascacielos, cerca
del río. Caminamos bajo un calor abrasador, estábamos muy cansados del día.
Compramos un par de botellas de agua para refrescarnos y decidimos subirnos a
uno de los barcos turísticos para ver Singapur desde el agua.
Nos quedaban pocos dólares de Singapur, los
suficientes para pagar el barco y entrar un ratito en un Starbucks a tomar un
café y un par de pastas. Necesitábamos guardar dinero para el taxi de ida al
aeropuerto.
Me gustó muchísimo el recorrido en barco, paramos
en Clark Quay y nos bajamos a dar una vuelta por esta zona chulísima, con las
casas pintadas de colores chillones y ventanas de otras tonalidades, música en
directo y bares frente a la bahía. Es una de las visitas obligadas del lugar
que realmente vale la pena.
Al terminar el recorrido teníamos unas horas por
delante, pero estábamos reventados. Decidimos regresar al hotel, pedir las
maletas para rescatar nuestra ropa de repuesto e irnos a descansar a la
piscina. Vimos cómo anochecía, cenamos estirados en la hamaca, nos bañamos,
hicimos el tonto bajo el agua y a las nueve y media de la noche nos cambiamos
de ropa.
A las diez subimos a un taxi rumbo al aeropuerto, con
muchísima ilusión por los días pasados, ganas de ver las fotos y de recordar
para siempre este magnífico viaje. Nos despedimos de Singapur, facturamos las
maletas y esperamos a la salida de nuestro avión a la una de la noche, de
vuelta a Barcelona.
¡Feliz día! J
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