El Gran Palacio de Bangkok
¡Buenos días! Por fin viernes…
Últimamente llegar al final de la semana parece mi único anhelo… Jejejeje,
todavía no ha empezado la escuela, mi casa necesita muchísima atención, mis
hijos han de decidir sus extraescolares para este año… ¡Y encima tengo trabajo!
¡Qué bien tenerlo!
Ecosdel Pasado sigue con sus alegrías, a pesar de que el concurso ha
terminado. Supongo que la semana que viene ya tendremos a los cinco finalistas
y yo recuperaré la posibilidad de decidir si quiero subir la novela a otras
plataformas, si busco una editorial…
Ayer nos quedamos en la llegada
a Bangkok, una metrópoli que me enamoró. Es enorme, en la ciudad hay una
población de casi siete millones de personas y en el área global de Bangkok se llega
a los doce millones, ¡una pasada!
Evidentemente no vimos ni una décima
parte de la ciudad, nos contentamos con visitar lo más relevante de la parte
antigua, pasear por China Town, subir a la torre Bayioke, la más alta de
Tailandia y pasear por el mercado de Chatuchak. Sin embargo conseguimos
hacernos una idea de las dimensiones y de su contenido.
La primera noche nos fuimos a
dormir pronto, por suerte la cena en el barco arrocero la habíamos planeado a
las seis. Es una buena opción cuando llegas cansado del viaje, porque puedes
cenar pronto, en un ambiente distendido y estar en la cama a una hora razonable.
Nos despertamos pronto, teníamos
muchísimas ganas de explorar la ciudad. El desayuno del hotel era espectacular,
así que decidimos comer muchísimo para evitarnos parar a mediodía. ¡Me encantan
los bufets de desayuno! Es el momento del día que más disfruto de la comida.
La ubicación del Shangri-La es
perfecta, está cerca de la estación para tomar el Express boat y el Skytrain. Caminamos cinco minutos hasta
el muelle, hacía tanto calor que la ropa se nos enganchaba a la piel. Mientras
esperábamos el ferry tuvimos un conato de agobio porque había demasiada gente
en un espacio sin ventilación. Por suerte en siete minutos estuvimos a bordo
del barco que nos llevó cerca del Gran Palacio.
Salvar los primeros escollos no
fue fácil. Nos habíamos llevado pareos para los cuatro, conocíamos las normas
de vestuario: piernas tapadas en todos los casos, hombros cubiertos y sandalias
cerradas por detrás. A los guardias no les pareció bien que mi marido usara
pareo, dijeron que las faldas eran solo para chicas, y le indicaron que debía
hacer la cola para pedir unos pantalones prestados. ¡Con el calor que hacía!
Mis hijos y yo esperamos durante un largo rato sentados en unas escaleras.
Al fin entramos en la maravilla
de recinto que nos mostró una arquitectura impresionante con tintes asiáticos,
con muchos acabados dorados, estatuas que aguantan simbólicamente la
estructura, un templo donde hay un buda de jade… La visita a este palacio es
obligatoria, me encantó. Lo único que me agobió un poco fue el calor.
¡Feliz día! J
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