Frutas tailandesas y barrio chino
¡Buenos días! Al final ayer
salió el sol para iluminarnos el día. Yo me pasé muchísimas horas frente a la
pantalla de mi Mac al salir del trabajo, con la mente enredada en la última
novela y unas ideas que cambian radicalmente la trama que se plantea al
principio. ¿Romántica de suspense? ¿O suspense con romántica? En este caso es
cincuenta, cincuenta… Empezamos con una historia amorosa que a mitad de la
narración se convierte en novela negra. ¡Cómo me gusta tejer estas tramas!
Frutas tailandesas |
Acabo de leer la reseña de Ecos del Pasado escrita por Xula, la
administradora del blog Caminando Entre Libros. Es precioso saber que las personas que me leen desde hace tiempo
consideran un cambio positivo en mis historias, aunque señalen que la
premeditación en la trama amorosa de Jessie y Noah sea un factor a mejorar. Sé
que con sus comentarios mis actuales novelas tienen un toque de credibilidad.
El buda de oro |
Ayer nos quedamos en la vuelta
del mercado de Chatuchak, perdidos en medio de Bangkok. El conductor del
tuc-tuc no quiso llevarnos al hotel si no le dábamos más dinero y nosotros nos
negamos, así que ya nos veis bajándonos del vehículo y buscando una
alternativa. La mejor opción fue ir a la recepción de un hotel cercano y
solicitar que nos buscaran un taxi, con el que pactamos una cantidad.
Al final llegamos al
Shangri-La, cansados y con ganas de un chapuzón en la maravillosa piscina con
vistas al río. Nos tumbamos en las hamacas a disfrutar de un ratito de relax,
acompañados por el agua con hielo y limón que te sirven los camareros. Una hora
y media después subimos a ducharnos. En la habitación había una cesta de fruta
tradicional tailandesa, junto con un librito que te explicaba sus
características
en inglés. Como teníamos hambre la probamos. Mmmmm, los plátanos son más
pequeños, pero están muy dulces. El langsat es un fruto pequeño, redondo y de
color marrón claro por fuera, al abrirlo te encuentras con una especie de uva
con un gran hueso que está un poco ácida. Lo que más me gustó fue el Rambután,
una fruta redondeada, de color rojo, con púas gordas y largas, que en su
interior esconde un delocioso manjar parecido al lichi, muy dulce.
Preparando el pad thai |
Tras la degustación nos fuimos
de visita al barrio chino. Cogimos un taxi en la recepción del hotel y le insistimos
para que pusiera el taxímetro, algo importantísimo si no quieres que al final
del trayecto te exijan un precio desorbitado.
Pad thai |
Empezamos nuestra visita por el
templo Wat Traimit, donde se sitúa el buda de oro macizo más importante del
mundo. He de admitir que impresiona, lo tienen dentro de una zona restringida
al público, en la que únicamente pueden entrar los monjes, pero desde fuera
aprecias su fuerza.
Después callejeamos por el
barrio, descubrimos su vivacidad, su mundo agitado, sus entrañas. Teníamos
hambre, así que encargamos unos Pad Thai en una parada en la calle y nos
encantaron. ¡Fueron los mejores del viaje! ¡Y encima solo costaban cuarenta y
cinco baths (un euro y poco)!
¡Feliz día! J
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