Granja de orquídeas y cobra show
¡Buenos días! Por la ventana se
insinúa un día gris y apático, muy parecido a mi estado anímico… Distingo una
fina llovizna que moja las plantas de la terraza con sus gotas tenues, como si
quisiera representar un inicio de tormenta. Parece que realmente hemos entrado
en el otoño…
Estoy feliz por algunos
acontecimientos, ojalá el tiempo me conceda aquellos deseos lejanos que apunté
para las personas a las que más quiero. De momento se ha cumplido una parte,
esperemos que la otra llegue pronto, muy pronto.
En otro orden de cosas, he
decidido que la vida es demasiado bonita para pasársela dudando y que el plazo
para cambiar de tercio ya tiene fecha de caducidad. Hasta que llegue agotaré
las vías alternativas sin estresarme, hay que sonreír siempre.
Ayer nos quedamos en el Tiger
Kindom, ¿no?
Tras pasar unos veinte minutos
en compañía de los bebés tigre nos fuimos al Toyota para emprender la marcha.
Era muy tarde y no habíamos comido, así que la primera parada fue en la granja
de orquídeas de Chiang Mai.
El lugar era espectacular, con
centenares de plantas que se sostenían en el aire sin necesidad de esconder las
raíces en tiestos. La humedad del ambiente consigue que críen a las orquídeas
sin tierra, colgadas en unas estructuras que impresionan.
Avanzamos hasta el restaurante,
que se gestiona a parte de la granja. Kid nos dijo que tenían un cocinero
español y nos sirvieron tortilla de patatas, junto a exquisiteces tailandesas.
Reconozco que en un principio sentía aprensión, ¡tortilla de patatas en
Tailandia! Pero al probar un poco descubrí con asombro que estaba buenísima.
Fue una comida abundante,
acompañada de bebidas que pagamos nosotros y casi en soledad. Solo había una
mesa ocupada a pocos centímetros y era de españoles, ¡qué casualidad!
La visita a la granja de
orquídeas fue bonita y un poco calurosa. La humedad era intensa, la ropa se
enganchaba a la piel y estábamos tan llenos que caminábamos arrastrando los
pies.
De ahí nos fuimos al Cobra
show, donde vimos cómo unos chicos jóvenes eran capaces de interactuar con las serpientes
sin sentir el menor atisbo de pánico. Jugaban con el público, incluso nos
tiraron una serpiente que resultó ser de mentira.
Al final nos enseñaros cómo la serpiente
sacaba el veneno en un vaso preparado para albergarlo. Fue un espectáculo
entretenido. Luego nos llevaron a un tour por las jaulas donde había diversos tipos
de víboras y unos cuantos escorpiones. ¡A mí me pusieron uno en la camiseta sin
avisar! Un poco más y me coge un ataque de pánico. En la foto estaba diciéndole
a mi hija: «¡hazmela antes de que empiece a gritar! ».
¡Feliz día! J
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