Llegada a Chiang Mai
¡Buenos días! Pensar, decidir,
pensar otra vez y tener aquella sensación en el estómago que indica pánico e
ilusión a partes iguales. Regresamos a un punto anterior, donde la realidad
asoma por cada segundo y las malas costumbres luchan por tomar el control. Así
que hasta aquí llega la paciencia, la confianza y mi capacidad de creer en
algunas personas.
Pienso continuar con mi sonrisa
diaria, sin esperar lo que está claro que no llegará, con la ilusión del éxito
inesperado de Ecos del Pasado, de la
publicación en octubre de El Secreto delas Cuartetas, de las ideas que tengo para terminar PELN, de las ilusiones
para cambiar algunos aspectos de mi vida profesional y de la energía suficiente
para encontrar una vía alternativa. Y es que a veces hay una gota que colma el
vaso…
Volvamos a Tailandia…
Nos quedamos cenando en el Bang
Chiang. Esa noche nos dormimos temprano, después de preparar las maletas para
volar al norte. Me dio pena abandonar Bangkok, me gustó esa ciudad inmensa y
bulliciosa, con tenderetes por todas partes, calor, mercados, paseos en barca
por el río, templos impresionantes…
A la mañana siguiente nos dimos
un banquete en el buffet del desayuno, subimos a la habitación, acabamos de
prepararnos y, media hora antes de la prevista, nos llamaron desde recepción
para avisarnos de que nuestro transfer había llegado. Esta costumbre de los tailandeses
me molestó, siempre llegaban mucho antes y no estábamos preparados…
Templo en Chiang Mai |
La espera en el aeropuerto
secundario de Bangkok, Don Muang, fue larga y tediosa. Suerte que Nok Air te
ofrecía wifi gratis… Finalmente embarcamos en un avión y en menos de una hora
aterrizamos en Chian Mai. Allí nos esperaba una ban que nos dejó en el hotel.
¡Qué decepción! Solo entrar en
la recepción del Centara Duangtawan ya nos dimos cuenta que era como entrar en
una película cutre de los años setenta sobre la guerra fría. Destartalado,
anticuado, oscuro… Como los edificios de la Unión Soviética de antaño…
Una vez en la habitación nos
deprimimos, veníamos de la maravilla del Shangri-La y esa gran estancia con una
decoración demodé y tristona nos pareció horrible. Deshicimos las maletas y
salimos a la calle, tras comprobar que el wifi tampoco funcionaba bien… En fin…
Interior de templo |
Paseamos por el centro de la
ciudad hasta encontrar un bar llamado Dada Kafe. Teníamos hambre, eran las
cuatro y solo habíamos tomado el tentempié del avión. Y nos lanzamos a tomar
platos occidentales mientras conectábamos los teléfonos al wifi e informábamos
en casa de que estábamos bien.
Después nos dedicamos a la
tarea de contratar las excursiones. La Providencia quiso que acabáramos en Mundo Thailand Tours, donde nos encontramos a Apichit, a quien llamábamos Kid, que
nos hablaba en español. Nos ofreció unos tours a medida que encajaban muchísimo
con nuestros planes. ¡Y encima con su compañía como guía durante los tres días
de estancia! Nos encantó la idea…
¡Feliz día! J
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