Raffting en el río Mae Tang

7:07 Pat Casalà 0 Comments

¡Buenos días! Hay días en los que me quedaría dentro de la cama hasta las tantas, escribiendo, descansando, leyendo… Hoy no me apetece ir a trabajar, pero el deber me llama. Ojalá las cosas se asentaran de una manera positiva, los astros deben alinearse para darles alegrías y felicidad a los míos y a las personas anónimas que caminan por la senda de la vida.
Jejejejeje, me he despertado filosófica… Es parte de la esencia del día: gris, triste, impasible… hay muchas nubes que amenazan con desinflarse sobre las calles, sin embargo hace una temperatura agradable. Creo que ha llegado la hora de pasar a la acción.

Hoy sale publicada una entrada en el blog Mi sala de Lectura en la que se habla de mí como autora novel. Estas presentaciones me hacen muchísima ilusión, ¡os invito a darle una ojeada!
Ayer nos quedamos en el baño bajo la cascada…
Regresamos al hotel muy tarde. Estábamos cansados y seguía lloviendo a mares. Decidimos pasar un rato en la habitación, dándonos una ducha y descansando. La ropa nos había quedado completamente llena de barro, así que la pusimos en un saco para llevarla al día siguiente a lavar.
Salimos una hora después a cenar, estábamos hambrientos y queríamos tomar algo cuanto antes. Acabamos en el Dada Kafe, donde teníamos wifi para comunicarnos con nuestra familia.
Al día siguiente nos despertamos pronto, llevamos la ropa a la lavandería y nos encontramos con Kid para ir a al río Mae Tang a hacer rafting. El viaje duró una hora en el Toyota, atravesando maravillosos paisajes salpicados con arrozales en diversos puntos de su evolución.
Al llegar a la zona donde nos preparamos para la bajada por los rápidos nos pidieron que nos sacáramos los zapatos. Yo opté por ponerme el chubasquero bajo el chaleco salvavidas, pensaba que así no me mojaría… Escuchamos las explicaciones del instructor y subimos a bordo.
Las primeras bajadas fueron geniales, pero en el rápido más fuerte la barca se dobló, mi boca picó contra el casco de mi hijo Àlex y salí disparada hacia el agua. Por unos momentos me invadió el pánico, me mantuve cogida a la barca, sin saber muy bien cómo actuar. Por suerte el instructor me cogió por el chaleco y me subió a bordo.
Me sangraba muchísimo el labio inferior, se me hinchó, y el diente me dolía un montón. Pero había un par de rápidos más, así que no me quedó otra que colocarme sobre la goma y sortearlo sin demasiadas ganas.
Al fin llegamos al final del recorrido, chorreando, con mal cuerpo y ganas de no volver a subirme a una barca naranja nunca más…
¡Feliz día! J



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