Los Karen y baño en la cascada
¡Buenos días! Hoy parece que el
sol nos iluminará durante la jornada. Después de la tromba de agua que cayó
sobre mí ayer me apetece tener un día despejado. ¡Me cambié tres veces de ropa!
Una de ellas fue al salir del cine, caminando hacia el coche… Había unos
charcos en los que chapoteé calándome hasta más allá de mis tobillos.Se termina un fin de semana de
despropósitos, con una apoteósica despedida de Alberto como profesor de baile
los domingos y un sube y baja a las montañas que nos dejó un poco de mal sabor
de boca.
Ecos
del Pasado regresó al Top100 durante una parte del sábado y otra del
domingo, fue maravilloso descubrirlo ahí, entre los más vendidos de Amazon.es.
Y todo es gracias a vosotros.
Hay que mirar hacia delante con
optimismo, aparcar las situaciones que no te aportan nada positivo y tirar del
carro con sonrisas intensas que muestran tu bienestar interior. Por suerte
ahora que las cosas vuelven a un punto inaceptable del pasado me siento fuerte
y sin la sensación de espera de antes.
Regresemos a la montaña de Doi
Inthanon…
Bajamos por los arrozales hasta
un poblado de la tribu Karen. Las casas eran de madera, elevadas con varios
troncos para evitar las riadas y que los animales selváticos entren a vivir con
ellos. Son construcciones bien acabadas, con una confortabilidad mejor de la
que esperaba.
Vimos cómo vivían, los cerdos
que criaban, sus lugares para tender la ropa, la facilidad con la que conviven
en esos maravillosos parajes. Acabamos la visita en una choza donde los Karen terminan
su jornada laboral, sentados alrededor de unas grandes teteras que contienen el
mejor de sus bienes: café cultivado en las montañas.
Los Karen viven del comercio
del café, lo venden a grandes compañías. Para ellos la reunión informal del
final del día en ese lugar, tomando café y conversando, es su mejor momento.
Nosotros nos sentamos a la gran mesa de madera donde nos sirvieron una taza a
cada uno. Yo me la miré con repartos, no sabía si podría tomármela sin leche.
¡Estaba impresionante! Le puse solo un poquito de azúcar y la probé, fue el
mejor café de mi vida.
El conductor de la ban nos
esperaba en un párking unos metros más abajo. Nos llevó de vuelta a la primera
catarata que habíamos visto ese día para que tomáramos un baño en su falda. El
lugar era idílico y, por suerte, estaba vacío de turistas o bañistas.
Mis hijos y mi marido se
sumergieron en las aguas cálidas de la falda de la montaña, chapotearon,
jugaron a salpicarse y luego regresaron a la furgoneta dispuestos a una hora de
camino hasta Chiang Mai.
¡Feliz día! J
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