Llegada a Bangkok
¡Buenos días! Vuelve el mal
tiempo… Grrrr, a ver si el fin de semana conseguimos algunos rayos de sol, tengo
unas ganas de tumbarme en una hamaca a no pensar en nada…
Anoche cené con una amiga, a la
que me reencontré hace un año, y su marido, al que no conocía. Fue una velada fantástica,
aderezada con pizzas napolitanas de verdad, o como mínimo es lo que nos aseguró
él, un italiano de pura cepa y una conversación interesante. A veces recuperar
el contacto con alguien del pasado es un nuevo camino hacia la ilusión.
¿Empezamos ya con el viaje?
Hotel Shangri-la (habitación) |
El día seis de agosto a las dos
del mediodía mis padres nos llevaron al aeropuerto de El Prat con dos coches,
era imposible meter las cuatro maletas solo en uno. Estábamos nerviosos y
emocionados, al fin se iniciaba el ansiado viaje a Tailandia. Embarcamos en un
avión fabuloso, el Airbus A-380 de Emirates. Seis horas y media después llegábamos
a Dubai, cansados y a la espera del siguiente vuelo que seis horas y media
después nos dejó en Bangkok.
Una de las cosas de las que no
me arrepiento es la de haber contratado todos los transfers desde Barcelona. Al llegar al aeropuerto de Suvarnabhumi
teníamos un señor esperándonos con una ban espaciosa y con aire acondicionado.
Mi primer contacto con Bangkok
fue extraño. Estaba muy cansada, apenas había podido dormir en los vuelos, y me
encontré con mucha circulación, un espacio enorme, grandes edificios,
carreteras construidas en plan tráiler, una encima de la otra…
En la piscina del hotel |
Al fin llegamos al espectacular
hotel que habíamos reservado, el Shangri-La. A la entrada había un par de
señores vestidos con un traje típico que nos saludaron inclinando la cabeza,
juntando las manos frente a la cara e inclinándose mientras pronunciaban unas
palabras en tailandés. Después de varios gestos iguales del resto del personal descubrimos
que era su manera habitual de saludar.
Hicimos el check in, subimos a las habitaciones, deshicimos las maletas y nos
pusimos el bikini para pasar un par de horas en la piscina frente al río Chao
Phraya, en unas hamacas comodísimas, con las dos toallas que nos dieron, una
para estirarse y la otra para secarse. Nos trajeron un vaso de agua con hielo y
limón que nos refrescó muchísimo.
Vista del río Chao Praya |
Descansamos, nos bañamos y
pasamos un rato inolvidable descubriendo recovecos de la idílica piscina. Luego
subimos a la habitación para ducharnos y prepararnos, a las cinco y cuarenta
nos venían a buscar para llevarnos a cenar a bordo de un barco arrocero que
recorre el río.
Fue una cena perfecta, aunque
llovía. Una primera toma de contacto con la rivera del Chao Praya, sus
edificios y la parte antigua de la ciudad, regada con una cena tailandesa,
música, unos bailes tradicionales y una degustación de vinos. Hay muchísimas
compañías que ofrecen este servicio, nosotros nos decantamos por Loy Nava. El
barco era más pequeño, menos lleno de gente y nos pareció muchísimo más bonito.
Pedimos dos menús tai y dos seafood.
¡Lo recomiendo! La comida estaba buena y el trato fue fantástico.
¡Feliz día! J
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