Viajando

20:44 Pat Casalà 0 Comments

           Ayer expliqué la inherente conexión que surge entre la escritura y mis recuerdos. Es curioso cómo, tras tantos años, todavía evoco ciertas sensaciones cuando leo un capítulo de uno de mis antiguos manuscritos. Es tan alucinante la manera en la que mi mente me transporta al instante justo en el que mis dedos surcaron el teclado para dejar constancia gráfica de las ideas, que casi parece que he encontrado la manera de viajar en el tiempo.
            También, a través de las historias, he logrado viajar a otros lugares lejanos. De pequeña siempre me había entusiasmado escuchar el pasado de Julio Verne, su capacidad para volar por el mundo sin necesidad de levantarse de la silla. Me lo habían contado en la clase como una anécdota que he llevado siempre asida a mí.
            Quizás al escuchar las historias acerca de Julio Verne y sus ansias de ver mundo, de la manera en la que al final había logrado su propósito sin necesidad de traspasar las fronteras de su casa, empecé a forjar el deseo que aún ahora me acompaña: el de compartir con los demás esa imaginación desbordante que me había jugado tan malas pasadas de niña y poder viajar como él a todos los lugares interesantes de la Tierra.
            En El Secreto de las Cuartetas un grupo de personas liderado por Marta Noguera y Mick Harris recorren medio mundo en busca de Ángela, la hija de Marta. Nunca he ido de verdad a esas localizaciones, excepto a Bali, pero me encantó leer páginas Web acerca de sus costumbres, sus calles, sus tiendas, sus recuerdos,…Toda la información que absorbí en mi viaje por la red me sirvió para dibujar un retrato colorido de cada una de los destinos.
            Cuando Ángela retoma la historia treinta años después en El Secreto de los Cristales también recorre medio mundo. En este caso me trasladé a lugares encantadores, con mucha historia detrás que me ayudó a llenar las lagunas de mi imaginación y de la trama.
            Existe también una novela inconclusa de la que nunca os he hablado: Indicios. Es una novela que dejé cuando había escrito 196 folios (más de 400 páginas) y que algún día terminaré. En ella me empeñé, por razones que no vienen al caso, en enviar a mis protagonistas a la isla de Madagascar. ¡Fue emocionante recorrer sus pueblos, su fauna, su naturaleza, las cuevas naturales que recorren el interior del parque natural donde el grupo de personajes encuentra algo increíble!
            Ahora, con Oros, una novela que no sé si algún día proseguiré, me he ido a África, al desierto de Namibia, un lugar con la arena rojiza y un paisaje tan espectacular que quita la respiración al contemplarlo por primera vez.
            Espero recuperar algún día mi inspiración para seguir mi camino por el mundo, para visitar otros sitios, para respirar su esencia y caminar por sus calles.

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