Amigas...
¡Buenos días! Ayer fue un día
grande. Mientras veía a mi amiga sobre el estrado, defendiendo su tesis
doctoral, me di cuenta de que a veces la vida te permite conocer a personas con
una gran valía y que es bonito compartir con ellas una parte de su tiempo.
Encontrar el equilibrio justo
entre la parte técnica y la médica requiere de unas cualidades determinadas. Mi
amiga es ingeniera de telecomunicaciones y ha desarrollado un producto
biotecnológico que se ha nutrido de la simbiosis perfecta entre la medicina y
la vertiente tecnológica.
Me alegro de compartir con ella
esa parte de su vida, de estar ahí para ver cómo demuestra su valía. Defendió
la tesis en inglés, de una manera sencilla, como si quisiera acercar a la
audiencia a sus estudios.
No soy muy prolífera a la hora de
intimar con la gente, suelo apartarme de las personas que me rodean por
iniciativa propia, me gusta la soledad y las horas de dedicación a la
escritura. Ya de pequeña me pasaba, era una niña imaginativa, con tendencia a
vivir en mi propio mundo, y creaba un abismo entre las compañeras de clase y
yo.
Al crecer aprendí a cambiar mis
prioridades y a dejarme llevar en algunos momentos por ensoñaciones románticas.
A medida que maduraba la realidad clareó sin problemas, como si pudiera
disociar fácilmente mis dos mundos y fuera capaz de discernir las barreras que
yo misma creaba con algunas personas.
La amistad es un bien preciado.
Para mí lo importante es acercarme a la gente con la que congenio y con la que
comparto algo más que momentos. Las amigas han de ser cercanas, te han de
demostrar que te valoran por lo que eres y no por lo que proyectas ser. Esa
premisa es de doble sentido…
Evidentemente hay que compartir
tu tiempo con otras personas, la vida es muchísimo más que pasarse las horas tecleando
y trabajando. Sin embargo para mí lo importante es que las horas de ocio fuera
de casa y del trabajo sean con amigas de verdad, de aquellas con las que puedes
hablar de cualquier cosa sin sentirte extraña.
La madurez a veces llega tarde.
Hace pocos años todavía era una idealista con pajaritos en la cabeza, pensaba
que la vida era algo más que caminar por ella y llenarla de ilusiones.
Necesitaba un conato de realidad, pisar un terreno firme, sentir que lo bonito
es caminar y que si se alcanza la meta es maravilloso.
Ahora sonrío con frecuencia, me
rodeo de personas a las que quiero y me quieren, encuentro momentos para quienes
lo merecen y me alejo del resto voluntariamente, ¿para qué voy a perder el
tiempo enfadándome?
El pasado queda relegado a un
lugar de la memoria, cada vez las reminiscencias de mis amistades pasadas se
desvanecen, dejando paso a la luz de mis actuales amigas, personas que llenan
mi vida de color y consiguen que descubra los matices de cada momento.
¡Feliz día! J
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