Escribir para espantar los nervios
¡Buenos días! Una tormenta
poderosa asola nuestras calles… Esta madruga me he despertado acompañada de los
truenos que retumbaban en el exterior, seguidos de una intensa tromba de agua. Por
suerte ahora amaina un poco y probablemente no tendré problemas en coger la
moto para ir a trabajar.
Finalmente ayer continué con lo
poco que había escrito de la nueva novela, mi cabeza encontró una manera de encuadrarla
en una historia que sí quiero contar. Tras una desastrosa clase de baile, donde
me percaté de que a pesar de los esfuerzos por darles una oportunidad a los
nuevos profesores no hay ninguno que me apasione, me fui a casa dispuesta a
llenar mis horas libres de letras.
Cuando
mi cabeza no está inmersa en la trama de una novela siento que regresa la
espera, la necesidad de alcanzar una meta, de dar un giro a mi vida y no a la
de los personajes. Escribir es la mejor terapia contra la ansiedad y los
anhelos truncados, es una evasión perfecta a la hiperactividad cerebral que me
acompaña desde niña.
Le di muchas vueltas a las dos
historias que empecé el fin de semana. Sí, abrí dos archivos con dos inicios de
novelas diferentes, sin tener claro si algún día escribiría o no una de ellas.
Pero ninguna de las dos historias me motivaba lo suficiente, necesitaba activar
la inspiración con una idea a la altura de las circunstancias, era la única
manera de abandonar la sensación de que mi tiempo se escapa entre actividades
nulas, que apenas me aportan un conato de ilusión.
Es absurdo, lo sé, pero siempre
que me enfrento a la ausencia de manuscritos con los que trabajar siento ese
vacío, esa sensación de que las horas inútiles se acumulan en mi haber, de que
debo buscar algo grande, algo intenso… Y entonces espero que me llegue un email
que probablemente nunca se materializará en una realidad.
Mi única terapia, perfecta y
sublime, es dedicar esos esfuerzos mentales a crear una trama, a darles vida a
los personajes que amueblan mi cabeza, a llevarles a recorrer el mundo si hace
falta… Por eso ayer me forcé a encontrar una inspiración que ha hecho las
maletas y se ha marchado de vacaciones a un país cálido, donde las letras están
en paradero desconocido y las historias se mezclan con un paisaje idílico.
Sin embargo sé que debo escribir,
aunque luego deje esas novelas a medias, como hice con Fénix 666 o con En la
Encrucijada o con La Última Escena. ¿Creíais
que nunca dejaba las cosas a medias? A veces pasa, empiezo algo y de repente me
doy cuenta de que no quiero seguir esa historia, de que no hay conexión con los
personajes o con la trama. Suele ser cuando ya he escrito veinte folios…
Sonrío. Dedicar mis desvelos
mentales a las tramas me aporta serenidad, ilusión y muchas emociones. Quizás
nunca termine ninguna de las dos novelas que tengo empezadas, quién sabe qué
pasará…
¡Feliz día! J
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