Mercado de comida nocturno (Langkawi)

7:07 Pat Casalà 0 Comments

¡Buenos días! Ayer el día me pasó despacio, con muchos instantes estresantes y una tarde llena de ideas para escribir. Acabé dos capítulos de cuatro folios, cuatro mil trescientas veintitrés palabras llenas de interesantes escenas… Hacía tiempo que no conseguía tal grado de inspiración.
A las ocho y media dejé el ordenador, sin ganas, deseosa de avanzar en la historia, pero debía cocinar. Macarrones para hoy, tortilla de patatas con tomate y mozarela para cenar, una hamburguesa para mi comida de hoy… Me fui a dormir con imágenes de UUDC, dándole vueltas a algunas escenas, y esta mañana me he levantado con la claridad de mente suficiente para detectar algunos párrafos a mejorar.
Escribo para mí, para saciar esa ansia de inventarme historias, con la emoción de mejorar en cada novela, dándole el máximo de realismo. Y me siento feliz, llena de energía, de sonrisas, de ilusiones.
Ayer nos quedamos en la llegada al hotel por la tarde, después de una mañana en Kayak. El The Danna es un paraíso, su piscina de borde infinito se alarga frente a una playa de arena blanca, con dos islotes a la vista y varios barcos de vela fondeados en la bahía… Es idílico, aunque el agua no es turquesa como en Perhentian.
Las habitaciones son espaciosas, con el suelo de madera oscura, dos enormes armarios con luz interior, una cama con dosel, un baño impresionante con ducha y bañera, un servicio de habitaciones inmejorable, unos silloncitos para descansar…
Realmente se merece el primer puesto en el ranking de TripAdvisor, yo no le encontré ni un pero…
Nos tumbamos en las hamacas de la piscina, disfrutamos del sol, de un baño relajante, de un tentempié que nos ofrecieron y de las botellas de agua fresquitas que nos trajeron.
A veces hace falta un ratito de relax para coger fuerzas y recargar las pilas. Fue una tarde magnífica, con mi Kindle, acompañada del armonioso canto de los pájaros…
Quedamos con los niños a las ocho en punto en el hall para ir en taxi a un mercado de comida nocturno. Estaba a veinte minutos del hotel, en una explanada. Nos encontramos con varias paradas llenas de comida que te hacían al instante, con un olor a los diversos guisos que se entremezclaban y lleno a rebosar de gente.
Picamos varios platos, saboreando la comida recién hecha, caminando entre las mesas, llenándonos del colorido y de las diferencias culturales del lugar. Cuando regresamos al hotel estábamos completamente saciados y felices, el día había dado muchísimo de sí y a la mañana siguiente nos esperaba una nueva aventura.

¡Feliz día! J

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