Felicidad en estado puro
¡Buenos días!
Dejé de escribir en este blog hace meses —o quizás han sido años—, mis horas se llenan de mil tareas, la eficiencia de mi tiempo prioriza siempre la escritura, la lectura, el trabajo y compartir las horas libres con los míos. No siempre es fácil, mi balance suele ser elevado: escribir una novela cada cuatro meses —a veces tres…—, leer una media de 121 libros al año, ir al gimnasio, trabajar dándolo todo, estudiar inglés, llevar las redes sociales de tres cuentas, la compra, organizar la casa, no descuidar mi relación de pareja ni a mis hijos… ¡Incluso tengo hueco para comer con mis padres una vez a la semana! Seguro que me dejo algo en la lista… Porque cuando publico también debo releer, mirar galeradas, trabajar en los manuscritos… Por eso decidí concentrar mi energía en otras actividades y aparcar el blog.
Creo en las señales, en la cadena de acontecimientos capaces de traer ilusión a nuestras vidas de golpe, como si solo se necesitara una chispa para encender la hoguera capaz de elevarte en el cielo de tus aspiraciones. Hace unos meses empecé la búsqueda para cambiarme de trabajo, entonces mi cerebro hizo una conexión ineludible sobre mi éxito en esos menesteres y el literario. Había entonces factores poco agradables en mi visión del futuro. Si algo busco desde mi inicio en este mundo, es toparme con alguien que crea de verdad en mi trabajo, que me apoye y entre ambos tracemos el camino. La realidad me ha decepcionado en demasiadas ocasiones porque me he tropezado con editores a los que solo impulsa en éxito comercial, sin construir ni apostar de verdad. Yo no soy así y me cuesta descubrirlo en los demás.
En mi afán por adentrarme en una aventura profesional diferente, solo me apunté a unas pocas ofertas, las que de verdad me atraían y me permitirían crecer. Hubo una que me arrebató el alma cuando me postulé; mientras realizaba las entrevistas y durante todo el proceso de selección mi mente decía: es tu destino. Recuerdo cómo me dolió recibir un e-mail con el «no has sido la primera opción». Son las reglas del juego, están para cumplirse, y debía aceptarlo. Aunque a veces la caída de las expectativas puede afectar de forma contundente. Al leerlo, mi credibilidad en un futuro estrellado se derrumbó, pero enseguida salí a flote porque al final mi vida es plena, tengo una familia estupenda, editoriales pequeñas que confían en mí, proyectos y estabilidad. Así que me aferré a esas pequeñas estrellas brillantes y decidí apartar la búsqueda de trabajo por un tiempo, aceptar un par de ofertas para próximas publicaciones y preparar un viaje familiar en agosto.
En mi cabeza la parte literaria iba ligada a la del trabajo. Había mandado una novela que había escrito con un mimo especial a un par de editoriales que anhelaba, pero los meses sumaban sin respuestas. Y, si algo me ha enseñado el mundo literario, es que la ausencia de respuesta equivale a un no silencioso. Así que seguí con mi vida. Feliz, eso sí. Positivismo ante todo. Y… De repente todo cambió. Dos meses después recibí un e-mail de ese trabajo soñado por si me seguía interesando, y ahí estoy, en él, aprendiendo día a día, disfrutándolo, conociendo a personas increíbles. Cada mañana le sonrío a mi reflejo en el espejo, con la emoción intensa de haber aterrizado en un lugar donde puedo evolucionar y expandirme. ¡Me encanta mi nuevo trabajo! Estoy de gerente en Carnet Future Mobility Research Hub, rodeada de talento joven, entusiasta, entregado y muy competente. Ojalá siga ahí mucho tiempo y alcancemos grandes logros.
En cuanto al mundo literario… Ains, las conexiones son tan reales, esas señales, la ley de la atracción… Pronto os cuento… —Bueno, quien dice pronto, dice en algún momento, ¿vale? 🙃—. Solo dejaré cuatro palabras: felicidad en estado puro. Cruzo los dedos y sonrío. Ojalá la vida siga tan llena de ilusiones.
¡Feliz día!
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