Llega junio...
¡Buenos
días! Llega el fin de semana y el cielo se nubla… Uffffff, últimamente tenemos
un clima insólito y ya nos toca calor, playita, tumbona y Kindle, ¿no?
Mañana
entramos en junio, un mes brillante normalmente. El once es mi cumpleaños y el
veintiuno entramos en el verano. ¡Y a mí me encanta el verano! En El Secreto de los Cristales estudié el
efecto de los solsticios en Chichen Itzá,
un precioso lugar en la Rivera Maya. Este día veintiuno pensaré en ello con la
ilusión de saber que durante las vacaciones lo veré en directo (aunque me va a
faltar la serpiente del solsticio).
Parece
mentira cómo las antiguas civilizaciones podían construir edificios altos, bien
medidos, con proporciones matemáticas y que proyectaran juegos de sombras. Dice
la leyenda que Kukulcán apareció en Chichen
Itzá al mismo tiempo que los Mayas Itzáes, que era un dios que venía de
poniente, que controlaba el viento, el agua y el fuego y que era muy sabio. Lo
representaban como una serpiente emplumada, de ahí el juego de sombras que en
los solsticios se desprenden de las construcciones de Chichen Itzá.
En
El Secreto de los Cristales utilicé
la mitología para llevar a Ángela a uno de los momentos álgidos de su periplo
en busca de la salvación de la humanidad. Recuerdo que escribí ese capítulo en
Estavar un mes de julio. La conexión en casa es nula, así que durante la tarde
me iba a Llívia con los niños y buceaba por Internet en busca de información
que plasmara mis ideas. Pero muchas veces, cuando al fin me ponía a escribir,
me faltaban datos. Entonces la única solución era subirme al coche, conducir
hasta zona de cobertura y enchufar el USB. ¡Lo hice tantísimas veces!
Ayer
mantuve una conversación muy interesante con una amiga, me preguntó cuál de mis
novelas significaba más. Mi primer impulso es contestar: El Secreto de las Cuartetas, pero luego, a medida que recuerdo cada
instante de escritura, me percato de que no es cierto. En El Secreto de las Cuartetas invertí casi tres años, en cambio en
las otras novelas han sido meses, pero cada una de ellas tiene un pedacito de
mi alma y al pensar en ellas, en el momento en que las escribí y en pasajes
concretos siento la cercanía de mis personajes, la emoción de acompañarlos en
el proceso de maduración. Entonces sé que no puedo decidirme por ninguna.
Viernes,
tengo la moto esperándome en el garaje, por suerte el motor está bien y con un
cero menos de lo que parecía la tengo arreglada. No soy caprichosa en los
vehículos, a mí mientras la moto sea segura y me lleve de un lado a otro no me
hace falta cambiarla, así que se queda conmigo como mínimo un año más.
En
pocas horas será fin de semana. ¡Qué ganas!
¡Feliz
día! J
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