¡Me quedaría en la montaña!

7:07 Pat Casalà 2 Comments


     ¡Buenos días! Me hubiera quedado en La Cerdaña durante meses… A pesar de la lluvia, la nieve y el frío me lo he pasado genial. He encendido la chimenea, he escrito muchísimo, he descansado y he avanzado un montón con la novela, estoy contenta de cómo progresa la trama.
   A un mes de su comienzo LMR consta de ochenta páginas y una trama interesante, aunque en muchos momentos ponerme en la piel del asesino me cuesta un sobreesfuerzo.
    LME está ahí, esperando su momento para que la corrija, pero tengo tantas ideas en la cabeza que me gusta aprovechar las subidas de inspiración para progresar en el manuscrito que tengo entre manos.
  Los personajes adquieren personalidad propia y crean un laberinto de emociones en mi interior. Es maravilloso darles salida…
     El sábado me desperté temprano, como siempre, y bajé a desayunar sin hacer ruido. Cuando abrí los porticones me encontré con un paisaje blanco, la nieve caía lentamente para llenar el césped con su textura intensa. Mis pensamientos me llevaron a una casa en la montaña llamada Villa Eudora, donde Pam Casas se enfrenta a unos sucesos increíbles. No lo puedo evitar, ante situaciones que tienen cabida en mis novelas las recuerdo… Esta vez pensaba en La Baraja.
   Tres días de lluvias intermitentes, a diez grados centígrados, tapados con parkas de invierno y guantes para evitar congelarnos las manos... Tres días de levantarse pronto, bajar a desayunar en silencio, encender la chimenea en la soledad del salón y sentarme con el portátil en el regazo para continuar con una historia a la que podríamos bautizar de thriller psicológico. Y tres días en los que mis hijos han pasado las horas con amigos mientras mi marido y yo paseábamos, veíamos películas o descansábamos frente a las llamas.
   Hoy vuelvo con energías renovadas, sin agobios, sin esperas, sin metas. Sencillamente me iré al despacho y pasaré otro día. Hay trabajo, así que no tendré tiempo para pensar…
    Inspiro una bocanada de aire fresco, escucho la casa dormida, siento que mi interior está tranquilo mientras dejo el testimonio de mis pensamientos en el papel. Me encantaría quedarme en la montaña durante días para escribir sin descanso, como el verano en el que escribí La Baraja… ¡Qué tiempos aquellos!
    Bueno, toca volver a la vida real, al trabajo, a los números, a una jornada de nueve horas… ¡Me voy a duchar!
      ¡Feliz día! J

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