Fiona y el mago
¡Estos últimos meses han sido geniales! He logrado expresar parte de las sensaciones que me acompañan desde hace años y compartirlas con unos pocos lectores. ¡Algo que hasta ahora no había logrado! Me he dado cuenta de mi error al estar absolutamente volcada en llegar a un sitio que quizá algún día sea factible, pero ahora está lejos y, sobre todo, he recuperado la ilusión por mi labor no remunerada. ¡Y eso es genial!
Recapitulemos: tenemos a Ignacio, el mago, que habéis pedido que tenga poderes. Pues bien, desde pequeñito descubrió que era una persona muy sensible, que empatizaba con los que le rodeaban. Además, a los doce años descubrió que podía interpretar los pensamientos de los demás al leer en sus expresiones faciales.
Era como si las caras le hablaran y le dieran una lectura fidedigna de los pensamientos, como si entre las facciones de las personas se escondieran las palabras y las frases que en esos instantes estaban deambulando por sus mentes. Al principio se asustó, no podía entender qué le pasaba ni porqué tenía ese don, pero a medida que fue haciéndose mayor y adentrándose en el mundo del ilusionismo, fue sacando brillo a esa facultad y se sintió más seguro de sí mismo.
Por contra, sus relaciones con las chicas siempre han sido desastrosas. Todo lo positivo que le aporta su don en el escenario y en la vida, es un obstáculo a la hora de relacionarse íntimamente con alguien. El conocer sus oscuros secretos le dificulta entablar una relación normal.
Bien. Ahora nos tocaría hablar algo de Fiona. El anónimo no identificado habló acerca del móvil del dinero ayer y argumentó que era insuficiente para sostener la trama. Así que vamos a profundizar más en eso.
Fiona es la pequeña de cinco hermanas nacidas en un entorno pobre y desgraciado. Creció rodeada de suciedad, miserias, pero con unos padres que le ofrecían un cariño que ella siempre rechazó. Su madre se deslomaba trabajando de limpiadora en una fábrica cercana al pueblo donde malvivían en una casa sin electricidad ni comodidades modernas.
Su padre era un trabajador de esa fábrica de conservas, uno más de la cadena de montaje que se pasaba horas y horas ante una cinta transportadora, realizando un trabajo monótono y aburrido.
Fiona se pasó la niñez acumulando odio y rabia hacia el lugar donde le había tocado nacer. Ese odio le fue creando unas ansias de poder increíbles. Cada vez que podía escabullirse de su casa se escondía en un rincón del bar del pueblo y se pasaba las horas mirando la tele, los lujos, las historias de otras personas, lo que podía llegar a obtener con dinero.
Era una chica delgada, alta, con una larga cabellera rubia que le caía en una cascada de rizos sobre unos hombros rectos y esbeltos. Sus ojos azules relucían con chispas de ambición cada vez que tramaba maneras de hacerse rica.
A los quince años decidió marcharse de su casa e iniciar una vida en la ciudad. Allí , con un pequeño petate y mucha energía, logró entrar en una agencia de modelos y forjarse una reputación. Nunca volvió a hablar con su familia ni a decirles donde estaba ni a comunicarles nada acerca de su vida….
¡Ánimos!!!! ¡Vamos a por las aportaciones!!!!
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