Felicidad en estado puro
¡Buenos días! A veces algunos sueños encuentran la forma de hacerse realidad y se materializan frente a tus ojos de una forma perfecta, y entonces es importante saborearlos, sentirlos, hacerlos tuyos mientras descubres esa intensa felicidad momentánea donde las piezas de tu vida encajan de forma absoluta.
De niña soñaba con escribir, contar historias, llegar a Hollywood con ellas, verlas en la gran pantalla, ayudar en el guion, descubrir mis libros en las estanterías de las librerías, saber que los leían… Pensaba en grande, soñaba a lo apoteósico y no me daba cuenta de cómo de alejadas estaban esas metas de la realidad.
Crecí y abandoné mis sueños, me dijeron que jamás escribiría un libro. ¿Cómo iba a hacerlo una disléxica con problemas ortográficos tan pronunciados? Subestimaron mi capacidad por perseverar, por estudiar, por aprender. Pero eso es otra historia…
Recuerdo un día de San Juan, cuando quemé mis cuadernos en una hoguera y condené todas esas fantasías hechas relatos a una vida de ostracismo absoluto. Ese día fue doloroso, había decidido no volver a escribir nunca más, total, nadie daba un duro por ello… Y estudié económicas.
Durante años me aparté de todo lo relacionado con la literatura. Ni lectura ni escritura ni nada que se le acercara. Pasé de leer más de cien libros al año a cero. Cambié mi percepción de la vida, estudié, me puse a trabajar, tuve hijos… y entonces todo explotó.
¿Conocéis esa sensación de que os falta algo para estar completos? A mí me sacudía constantemente, me zarandeaba, tiraba de mí. Los dedos me cosquilleaban de la necesidad absoluta de volcar mi imaginación en el papel, en la pantalla, en un libro. Esa ansiedad me carcomía. Se apoderó de mi alma, de mis sentidos, de mi vida. Hasta que me decidí a estudiar ortografía en secreto y, tras un año de volver a leer, de subrayar en los libros las palabras que me costaban, de aprenderme las normas una y otra y otra vez, me senté frente a una pantalla para dar rienda suelta a mi primera historia. ¡Fue catártico! Emocionante, increíble, perfecto, delirante…
Entonces mis expectativas se montaron en un cohete imparable hacia la estratosfera, impulsándose hacia el imposible, jugando con fantasías desbordadas. Pero era tan feliz imaginando ese final, que quizá tardé demasiado en redimensionarlo a la realidad.
En esos sueños quiméricos había una parte que he logrado hace poco, y me siento como si acabara de subirme a ese cohete para alcanzar la velocidad de la luz y ver las estrellas pasar a toda pastilla a mi lado, como lucecitas blancas parpadeantes mezcladas con fuegos artificiales. Porque a veces, solo a veces, algunos sueños se hacen realidad. Como ir al FNAC y descubrir mis libros en la mesa de novedades, entre los más vendidos del género.
Fue una explosión de felicidad las dos veces. Con Caramel macchiato y con Chocolate muffins. Y quiero seguir sintiéndola, quiero alcanzar el cielo de las emociones de la mano de mis chicos, quiero disfrutar, saborear y compartir. Ojalá encuentre otro de esos sueños en el futuro, aunque haber vivido la consecución de estos vale por mil.
¡Feliz día!
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