Os siento a mi lado
¡Buenos días! Vacaciones… por fin estoy en la montaña, en mi casa, frente a la chimenea, con el día despuntando en la ventana, el silencio solo empañado por la música y mi corazón repiqueteando en el pecho un poco inquieto, esperando esas reacciones tan llenas de mensajes de las lectoras. Porque Caramel macchiato está ahí, a vuestro alcance, y ahora solo puedo esperar con el alma en vilo a que os guste. Y de momento no paro de recibir palabras preciosas en mis bandejas de entrada, y vuestro apoyo me hace volar alto, casi hasta tocar las estrellas, esas que a Clark le gustan tanto.
Recuerdo cuando era niña, cuando me pasaba horas sumergida con la nariz en los libros, cuando los devoraba igual de rápido que ahora, pero me daban unas alas distintas con las que alzar el vuelo del conocimiento de mil cosas nuevas. Sentimientos, lugares, costumbres, personajes, mundos, formas de hablar, de comunicarse, de amarse…
Adoraba leer. Sigo adorándolo. Era mi escape de una realidad que muchas veces me parecía demasiado ajena a mí, demasiado alejada de mi sentir y de mi pensar. Me ayudaba a abstraerme, a sentir felicidad, tristeza, alegría, angustia, amor… Era como si al estirarme para leer todo desapareciera y pudiera irrumpir dentro de las páginas para vivir en esa realidad paralela durante horas. Quizá por eso me zampaba los libros sin medida. ¡Mi padre acabó mandándome a la biblioteca del barrio porque no ganaba para libros!
Una de las partes más interesantes para mí entonces era descubrir al autor, ver su foto, leer su biografía, perderme en él o en ella. Los imaginaba como personas diferentes a mí, con una imaginación enorme, aislados del mundo solo para crear los suyos, con manías, rutinas, dedicados en cuerpo y alma a la escritura. Tenía una imagen tan alejada de la realidad, tan romántica, tan especial…
Ya entonces deseaba dedicarme a escribir porque si algo me sobraba era imaginación. Me pasaba las noches recreando historias en mi cabeza, haciéndolas reales, como si esas ideas locas pudieran hacerse tangibles al abrir los ojos.
Me convertía en una extraterrestre con una misión en la Tierra, adoptaba la identidad de una espía en la II Guerra Mundial, aterrizaba en la coraza de una chica de la Inglaterra Victoriana enamorada hasta la médula de un aristócrata demasiado alejado de sus posibilidades, me embarcaba en larguísimas aventuras llenas de misterio, hurgaba en los enigmas de la humanidad…
Esa niña con una imaginación desbordante se convirtió en escritora, a pesar de la negación que sufrí durante años por parte de mis profesoras, a pesar de la dislexia, a pesar de las mil veces que escuché que no lo lograría. Porque mi gran pasión es y siempre será vivir aventuras que otros han ideado y crear las mías.
Ojalá me acompañéis en el camino porque sin vosotros no existiría. ¡Gracias por los mensajes!
¡Feliz día! J
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