Leer, leer y leer

7:47 Pat Casalà 0 Comments


            ¡Feliz lunes a todos! Os deseo un principio de semana enérgico y feliz. Seguro que todos tenéis mil cosas que hacer y que vais a aprovechar a tope el tiempo, pero recordar la sonrisa en la cara y mirar siempre el baso medio lleno. ¡El que se ha de ir a trabajar debe ser feliz de tener trabajo!
            Este fin de semana me lo he pasado genial. ¡Corregir, corregir y corregir! Eso es lo que más he hecho, sentarme en mi espacio del sofá y acoplarme a él con mi portátil para encarar la ardua tarea de la re-re-revisión de la novela. ¡Y me encanta este trabajo no remunerado! Aunque también me fui a pasear por la zona antigua de Barcelona con mi familia durante una tarde porque la vida no sólo se reduce a los mundos paralelos que moran en el ordenador.
            Si fuera por mí las horas libres las pasaría escribiendo y leyendo, las dos actividades que más emociones intensas me aportan. La lectura forma parte del aprendizaje de cualquier ser humano, perderte en las historias de otros, viajar a sus mundos inventados, irrumpir en la piel de un personaje y sentir sus soledades, sus ilusiones, sus desgracias, sus logros… es un subidón adrenalítico que nos despierta todos y cada uno de los sentidos dormidos y nos abre la puerta de la imaginación.
            Recuerdo mis horas de lectura infantil, cuando las colecciones que leía absorbían mis tardes y mis anhelos. ¡Me encantaba llegar a casa del colegio y avanzar en la historia! Y cuando acababa uno cogía el siguiente de la colección, devorando cada una de las palabras y cada una de las aventuras de los protagonistas. Y por la noche me dormía viviendo en la piel de ellas o ellos, repasando sus batallitas, sintiéndome otra.
            ¡Hubo tantas y tantas colecciones leídas en mi litera de arriba, con la luz de pared amarilla iluminando las hojas! Y con mis problemas para dormir, que me vienen de pequeña, a veces acababa leyendo bajo las sábanas con una linterna para no despertar a mi hermana pequeña.
            Crecí con todas esas historias en mi mente. Ya os había comentado cuáles fueron mis primeros títulos: Todas y cada una de las colecciones de Enid Blyton (Los Cinco, Los Siete Secretos, Torres de Malory, Santa Clara….), las novelas de Agatha Christie, La Historia Interminable,… ¡Hubo tantas! Pero quizás las que he mencionado fueron las más importantes.
            Cuando alcancé la adolescencia y las hormonas empezaron su revolución interna me surtí de las estanterías de mi abuela, una lectora empedernida de historias de románticas de la era victoriana. Pensad que leía tantas que me dormía cada noche deseando esas pastas de té que siempre tomaban los protagonistas y luego soñaba con amores imposibles y pasionales, con hombres a caballo, con los prados ingleses de aquella época, con las vicisitudes de las pobres protagonistas. ¡Acabé con todos los títulos de los estantes!
            Me encantaba caminar entre los libros usados que se vendían en ferias callejeras, caminaba entre las paradas, buscando ejemplares raros que llamaran mi atención. Esa afición la mantuve hasta que empecé la universidad y renuncié a mi sueño de convertirme en escritora. ¡Pero era maravilloso! Había buscado de todo, dependiendo de la época en la que estuviera inmersa.
            La constatación de cuál iba a ser mi  estilo narrativo la tuve cuando mi padre apareció un día con El Ocho bajo el brazo. ¡Cómo me gustó ese libro! Fue como si de repente descubriera que existía un mundo aparte de las novelas románticas, uno en el que el misterio y el pasado podían unirse para llevarte a lugares insospechados. Y a partir de ese momento mis gustos literarios fueron otros. Y empecé a leer novela negra, novela histórica, novela de misterio, de terror, de policías y detectives, de tintes paranormales…
            Fue por aquella época cuando empecé a buscar información acerca de las artes mágicas. Me recorría las paradas de libros usados buscando tratados sobre magia antigua, sobre pociones, sobre el Tarot, sobre piedras mágicas… ¡Y también sobre las pirámides de Egipto! Esos eran mis temas predilectos a la hora de investigar. ¡Por eso ahora tengo un estante lleno de tesoros donde consultar cuando escribo!
            En fin, mi vida siempre ha transcurrido rodeada de libros, lecturas y escritos. ¡Así que ya veis lo importante y maravilloso que es para mí un libro! Y creo que todos y cada uno de vosotros debería seguir mi ejemplo y leer, leer y leer.
            ¡Un beso! ¡Y feliz lunes!

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