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7:46 Pat Casalà 0 Comments


            ¡Buenos días!!! ¡De nuevo es lunes! Es increíble la rapidez con la que se superponen las semanas y los meses, como si fueran un simple suspiro que se escapa por la boca sin tiempo para retenerlo. Es cuando vives que no sientes el paso del tiempo, pero cuando miras atrás te encuentras sintiendo que ya han pasado muchos años….
            Ayer por la tarde me pasé tres horas preparando una nueva página en la que colgué lo que he escrito hasta la fecha de nuestro relato: Los Cofres Del Saber. De momento he reescrito algunos trozos del principio de la historia y he corregido algunos errores, aunque a partir de ahora voy a ir limando las erratas y los fallos de estilo. ¡Espero sugerencias y/o detección de errores!
            Al pasar todo el relato a los folios de un Word me salieron 40 páginas a espacio simple, lo que equivaldría a unas 100 de un libro. ¡Me quedé asombrada! Es alucinante lo que he ido escribiendo de este relato sin seguir una pauta de horarios ni de nada y, sobre todo, sin pretender otra cosa que compartir una historia con vosotros e ir moldeándola con vuestros comentarios. ¡La experiencia está resultando alentadora!
            Esta semana iré siguiendo con la trama, pero no sé si mucho, tengo la cabeza un poco liada con tantas cosas como me esperan y estoy bastante espesa. ¡Las pocas visitas de este fin de semana lo demuestran!
            Estoy en época de cambios, ya veis, diseño de blog nuevo, nueva página donde finalmente he reunido de una manera un tanto ordenada todos mis escritos sobre la trama, otra con un poquito sobre mí, la semana que viene me entra un becario en el trabajo para ayudarme, voy a cambiarme el móvil (sigo sin comprar el iPhone, he pedido un Samsung),… ¡Pero hay cosas que siguen inalterables!
            Tengo mis clases de baile, esenciales para mi terapia mental, mi trabajo, también es necesario para no sentirme inactiva, mis hijos, el cumpleaños de la niña, el blog, las novelas, la cita, los nervios a flor de piel, la sensación de que todo tiene un principio y un final, la esperanza de llegar a tocar algún día las tapas de un libro mío, mis intensa actividad cerebral, mi gratitud hacia vosotros,…. ¡Esto sigue ahí! ¡Y creo que nunca va a cambiar!  
            Estoy repasando con lentitud todo lo que escribí el invierno pasado de Oros, la continuación de La Baraja. Si miro atrás, a aquellos momentos en los que la obsesión me había cegado tanto que ya no era capaz ni de escribir con ilusión, recuerdo días muy duros y angustiosos, días en los que la falta de noticias me ahogaban, días en los que yo creía de verdad que esas noticias podrían llegar, aunque no sabía que era imposible.
            Entonces arrastraba las horas con ansiedad y melancolía, caminaba con un nudo en el estómago, siempre con la desazón acompañándome y la baja autoestima como un estigma difícil de abandonar.
            Pero incluso en ese estado, sin ganas de leer ni de escribir, sin credibilidad en lo que hacía, conduciendo a la deriva, preguntándome en todo momento qué estaba haciendo y hacia adónde iba, sintiendo el peso de la desgastada situación en la que me había metido, conduciendo una nave entre la niebla, fui capaz de escribir ochenta y cuatro folios coherentes y que apuntan a una historia que se sustenta, a una historia que puede llegar a crecer y a convertirse en una gran novela.
            Así que me he propuesto intentar con todos los medios a mi alcance retomar esa historia desde el punto en el que la dejé, poner a funcionar mi mente para que vaya dándole vueltas una y otra vez a la trama y se reactive, para crear otra vez. ¡Aunque prometo no dejar a Sara, Vladymir, Ignacio, Úrsula, Svet y Eduardo!
            ¡Os deseo un feliz día! ¡Sentid conmigo el tic tac del reloj!

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