Números...
¡Buenos
días! Hace un día frío, se nota en los calefactores a toda potencia de mi casa
y en la escarcha de la ventana. Un escalofrío se encarga de recordarme que me
acabo de levantar y que estaba muy bien dentro de la cama, arropada con el
nórdico.
Este
fin de semana ayudé a mi hija a repasar matemáticas, volví a descubrir la magia
de las ecuaciones, la manera en la que los sistemas de ecuaciones encontraban
una solución, cómo el teorema de Pitágoras servía para resolver problemas de
diversa índole.
Siempre
me he entendido bien con los números, para mí son una manera universal de
descubrir cómo es posible pensar con lógica. Quizás por eso siempre se me
dieron bien y los entendía sin dificultad.
Expresarse
por medio de locuciones matemáticas es fácil, parece que ellos solos encuentren
la solución a cada planteamiento y que sigan un camino trazado con
anterioridad.
Es
posible que mi manera de estructurar la vida tenga una base sólida en esa
capacidad para entenderme con los números. Encuadrar cada minuto en un esquema
es la esencia de mi orden interno.
Me
gustó recuperar esas matemáticas olvidadas, aunque he de reconocer que hacer de
maestra no es para nada mi ideal de trabajo, y menos cuando la alumna es mi
hija adolescente… Pero fue bonito.
De
pequeña pensaba que los números eran mágicos, que cada combinación daba un resultado
inalterable y que era perfecto. Mis problemas con la lecto-escritura eran un
impedimento para que entendiera los textos escritos, aunque seguía pensando que
mi futuro como escritora era perfecto.
Es
más fácil entender una ecuación que una poesía. Aunque para comprender cómo
funciona mi mente supongo que necesitaría un Máster en neurociencia y un
doctorado especializado. Me iría bien saber cómo desenchufarlo a horas, así
gozaría de momentos de paz y sosiego sin que las historias me bombardearan…
Ufff,
es tardísimo, mañana os cuento algo más…
¡Feliz
día! J
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