Sábado...
¡Buenos días! El sábado se
despierta nublado, con pocos indicios de que saldrá el sol y una intensa
sensación de ilusión. Mientras la casa duerme y el silencio matutino se encarga
de recordarme la quietud de estas horas busco un tema interesante del que hablar.
El miércoles, en clase de
baile, Fran nos puso una canción largamente olvidada que me trajo recuerdos de
otros tiempos, cuando la vida era de otro color y sentía que las cosas sucedían
de una manera alineada con mi destino. Temblando,
de Hombres G, era una de mis tonadas preferidas y solía cantarla cuando me
desplazaba por la carretera que unía mi pueblo de veraneo con el de al lado en
moto, sin casco y sin luz.
Si mi hijo hiciera ahora algo parecido creo
que le castigaría sin salir de casa el resto de su vida, pero en ese instante
de rebeldía, en plena adolescencia, yo no veía el peligro. Me montaba en mi
Derbi Variant, con el jersey de algodón tricotado con gracia, y conducía
cantando la canción a viva voz para espantar el frío.
Es curioso cómo cambia la
percepción de la realidad cuando creces. Lo que en un instante te parecía
excitante y perfecto años después se te aparece como un peligro que atenta
contra la seguridad de tus hijos.
Realmente la adolescencia
es una época convulsa en la que se desarrolla la personalidad y se entremezcla
con los cabios hormonales y físicos de los chicos. No temen, no ven el peligro,
sienten que la única verdad es la suya y tienden a no escuchar a sus padres.
En el fondo es una edad
bonita, porque en ella se reafirma la personalidad y los chicos aprenden a
descubrir la realidad que les rodea, aunque sea a base de golpes. A la larga
esos desafíos, esa negación y esa manera de comportarse consiguen definir a un
joven seguro de sí mismo.
Aunque he de admitir que
estar al otro lado es difícil. Tengo dos adolescentes hormonados en casa y
puedo afirmar con absoluta convicción que es complicadísimo lidiar con ellos.
¡Ojalá existiera un manual
del buen padre! Seguro que aprenderíamos mucho con él, pero la realidad es que
has de batallar con lo poco que sabes, crecer con ellos, encontrar la manera de
que te escuchen y de que sepan lo importante que es entender la realidad.
Hoy tengo previsto pasear,
descansar, avanzar en la novela que estoy escribiendo muy despacio, leer un
poco de bibliografía y desconectar del mundo del trabajo… ¡Todo un lujo!
¡Feliz día! J
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