Simplemente genial
¡Buenos días! El sol
ilumina mi terraza con sus rayos brillantes. El cielo muestra un azul nítido y
maravilloso, de aquellos que inducen a sonreír a pesar de los pesares y a no
decaer en la emoción de avanzar hacia un horizonte perfecto.
A veces las cosas se
precipitan hacia un lugar insospechado y nuestros anhelos se quedan enredados
en un sinfín de ideas irreales. Entonces hay que levantarse, respirar hondo y
volver a caminar, seguro que en el sendero encontramos lo que estábamos
esperando.
Cuando las personas a las
que quiero sufren una decepción me duele, me gusta verlas sonreír de felicidad,
charlar con ellas durante horas acerca de sus planes y de sus deseos, empaparme
con esa alegría contagiosa que inunda nuestras vidas. Tiendo a ser demasiado
optimista, siempre veo la parte positiva de las cosas y a veces peco de exceso
de confianza. Aunque a veces debería detenerme a analizar la realidad y no
buscar positivismo donde no lo hay.
Ayer fue un día intenso. Me
encanta irme de tiendas, pasear, entrar en mil y un establecimientos, probarme
ropa, decidir qué zapatos quiero… Uffff, me dijeron que no podía comprarme más
tacones y acabe con unos botines preciosos con un tacón demasiado alto…
Jejejeje, me cuesta quitarme de eso.
Por la mañana mi hermana y
yo quedamos muy pronto para no tener agobios en las tiendas. Nos pasamos tres
horas caminando, probando, cotilleando y comprando. ¡Fue genial! Nos reímos un
montón, entramos en infinidad de comercios y acabamos cansadísimas.
Luego me tocó sesión con mi
hija tras comer en un Frankfurt… A la edad que tiene nuestros gustos son tan
diferentes… Entramos en varias tiendas, probamos diversos conjuntos y al final
acabamos con una bolsa de ropa y zapatos llena hasta los topes.
Es una pasada cómo cambia
el cuerpo a estas edades. Las tallas de la temporada anterior ya no le caben,
sus gustos maduran y la manera en la que se viste evoluciona. ¡Fue una
magnífica tarde de sábado!
Hoy toca una de esas
sesiones de baile que me llenan de energía positiva. Cuento las horas para llegar,
ponerme en mi sitio y sonreír mientras mi cuerpo sigue la coreografía. Soy
expresiva mientras bailo… Si me equivoco arrugo los labios como si acabar de
comerme un limón, si me sale mi sonrisa ilumina la clase.
Lo bueno es la gimnasia
mental… Mientras cuento los pasos mi cabeza deja de pensar, únicamente tiene la
atención puesta en qué movimiento viene después. Es fabuloso desconectar de mi
mundo paralelo durante una hora y dejar fuera de la clase las preocupaciones.
Al terminar estoy radiante, con ganas de comerme el mundo.
¡Feliz día! J
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