La magia de la música
¡Buenos días! Viernes… Me encanta llegar a este
día, es el mejor de la semana con diferencia, y más a partir de las tres. Hoy
tengo una jornada perfecta por delante, con el trabajo justo para llenar las
horas en la oficina y terminar con la satisfacción de no dejar nada por hacer,
tiempo para escribir un rato y una interesante entrevista. Un lujo de viernes.
Ayer, después de escribir acerca de mi juventud me
dediqué a buscar playlists de éxitos
de los ochenta para recordar esos días con el Walkman y las emociones
disparadas. La música siempre me ha reportado la capacidad de regresar a un
momento determinado, de explorar cómo era entonces y de evocar mis
pensamientos.
El ritmo consigue atraparme en una especial de sentimientos
mágicos, trayéndome reminiscencias felices de instantes.
Trabajo con los cascos puestos, para aislarme del
mundo, sola con mis números, las escrituras de las entidades, las facturas… A
veces me da por hacer algunos gestos callados o por mover los labios, cantando
interiormente, mientras prosigo con la tarea del momento.
Desde niña tengo esa capacidad de hacer dos o tres
cosas a la vez. En mis años de escolarización y de universidad solía estudiar
con la tele puesta o con música. Cuando empecé en la Universidad me aficioné al
punto de cruz y, mientras contaba para dejar mis creaciones perfectas, memorizaba
alguna lección o le daba vueltas a una clase.
En la oficina somos diecisiete personas, es un
lugar abierto, con mesas cercanas y sin despachos individuales. A veces hay
demasiado ruido o me piden demasiados informes. Con los cascos consigo aislarme
completamente, concentrarme en mis tareas y vibrar a la vez.
Normalmente escucho unas canciones determinadas,
muchas veces con el repeat, para no
dejar de aprenderme las letras. De pequeña lo hacía con todas mis canciones
preferidas, por eso acabé con una larga colección de letras en la cabeza, que
aun ahora rescato al escuchar música antigua.
Hoy me he propuesto buscar listas de música de los
ochenta en español, soñar con ellas y recordar cuando las cantaba en la
discoteca, en la moto o en el salón de casa, bailando sin parar.
Es curioso, para escribir me va increíblemente
bien escuchar música, en cambio para leer libros o repasar mis capítulos no me
ayuda para nada. Las palabras han de despertar los sentimientos, no el ritmo.
¡Feliz día! J
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