Miserias literarias
¡Buenos días! Por suerte hoy saldrá el sol en el
exterior y en mi corazón. Está oscuro, apenas veo el cielo exento de nubes y
pienso en mi marido volando hacia casa, a punto de llegar. A las doce aterriza…
El otro día hablé un poco de las desesperantes no
respuestas editoriales. He releído el post, en él faltaba aclarar algunos
conceptos. Mi trabajo remunerado es estresante, llevo simultáneamente la
dirección económica y de recursos humanos en siete entidades, en pocos meses
van a ser ocho… Eso implica tener ocho cuentas de email abiertas a la vez,
recibir una cantidad insana de correos diarios, atender a un sinfín de tareas…
Podéis imaginaros la cantidad de emails que
recibo, ¿no? Una de mis máximas es no apagar nunca el ordenador sin
responderlos, aunque sea para rechazar amablemente un servicio ofertado. Mi
código ético me impide dejar a las personas sin respuesta y me cuesta entender
cómo en el mundo editorial pasa tanto.
Estos catorce años de dedicación a la escritura me
han mostrado una cara desagradable de este negocio. Recuerdo las palabras de
Promteo en su olvidado blog Miserias Literarias, uno de mis lugares de culto,
donde encuentro un sinfín de buenos posts, cargados de verdades.
Cuando empezaba era adicta a las entradas de
Prometeo, solía releerlas mil veces, siempre diciéndome que a mí no me pasaría.
Entonces todavía creía en imposibles y no había llegado a un punto donde ya no
espero ni desespero, solo escribo, creo y sonrío.
La constatación de que Prometeo describía mi periplo
es mi actual realidad. Ahora lo único que me molesta es el mutismo ante mis
propuestas. No envío demasiadas novelas a valorar, me he cansado de la falta
absoluta de feedback, he conseguido
ser feliz con el proceso de escritura, con subidones constantes de adrenalina y
sonrisas recurrentes, pero sigo echando en falta un poco de sensibilidad por
parte de las editoriales.
Insisto, a
veces con una respuesta automática informando de los tiempos de lectura basta,
algo que defina hasta cuando puedes esperar una contestación. Porque al otro
lado de la propuesta hay un escritor emocionado, alguien que siente, vibra y se
entrega con ilusión a una tarea creativa, y como mínimo se le debe una frase: «Te
confirmamos que hemos recibido su manuscrito. Si nos gusta tu novela nos
pondremos en contacto contigo en un plazo máximo de seis meses». Ya está,
entonces anotas en el calendario a partir del día que ya no esperar
esperanzado.
Y quizás mi dolor más intenso es con una persona
en concreto, alguien a quien le confié trece años, siempre con la esperanza de
recibir esa llamada… Y ahora no obtengo ni un no, gracias. ¿Tan difícil es
decirlo? Prefiero una negativa sencilla que la ausencia total de respuesta. Pero
qué le vamos a hacer, así es la vida y no voy a perder la ilusión por la manera
de comportarse de los demás.
No me duele no publicar, tampoco estoy demasiado
volcada en encontrar editorial, pero quiero reivindicar el derecho a recibir
los noes. Es bonito saber que a pesar del rechazo están ahí.
¡Feliz día! J
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