Dulces recuerdos
¡Buenos días! Los lunes me cuesta levantarme de la
cama cuando suena el despertador, me quedaría durante horas entre las sábanas
dejando vagar mi imaginación con un libro en las manos o escribiendo sin parar.
Pero la realidad impone levantarse sin hacer ruido, desayunar y encender el
ordenador para compartir con la blogosfera un retazo de mi día a día.
Se acerca la Navidad, cada día parece más próxima,
como si quisiera dejar patente su deseo de llenarnos de luz y de momentos. Este
fin de semana empecé a realizar mis compras, aprovechando los descuentos del
Black Friday. En algunos casos valió la pena, en otros decidí esperar porque la
cola no merecía la pena.
Ayer celebramos el cumpleaños de mi madre en
familia. Es maravilloso reunirnos cada domingo, con la emoción propia de
construir juntos una buena relación. Entre los temas de conversación recordamos
los años de tienda al lado de mis padres, cuando trabajaba con ellos y pasaba
una parte de mi jornada laboral cara al público.
Hay tantas anécdotas divertidas… Diez años de
atender a clientas dan para muchísimos libros, con un sinfín de historias entretenidas
y de momentos. Como el día que una señora se dejó la ropa interior entre la
ropa del probador o cuando entró un señor y se probó un vestido para su mujer y
salió un segundo a la tienda en tanga…
A veces no nos damos cuenta de la importancia de
nuestro bagaje y apenas prestamos atención a momentos concretos del pasado. No nos
paramos a analizar que ahora somos alguien condicionado por esas vivencias.
A mí la vida me ha llevado a un momento dulce. Atender
al público me enseñó a tratar a la gente con mayor amabilidad, a sonreír ante
las adversidades y a dejar a un lado mi carácter un poco exaltado a veces. Entender
que nunca me convertiría en la escritora de éxito soñada me ha ayudado a vencer
la ansiedad y a disfrutar de la creación, sin ver más allá.
Me niego a olvidar el camino zigzagueante que me
ha traído hasta aquí, los deseos de convertirme en quien no me tocaba, la
intención de llegar a una cúspide demasiado elevada para coronarla. Evocar esos
momentos me ayudan a sortear los días incómodos y a encontrar la sonrisa feliz
de cada día, con la emoción de ser parte de algo maravilloso.
No olvidar significa quedarse con lo bueno, con
las enseñanzas positivas de cada situación para aprender de ellas y no dejar
nunca de evolucionar hacia un estadio mejor. De una mala experiencia siempre se
extrae una enseñanza, algo positivo para no recaer en las mismas fauces del
suceso.
Es bonito despertarse por la mañana con la casa en
silencio, darle los buenos días a mi hijo y desayunar sola en la cocina, con la
mente enredada en mis historias. Ser capaz de darles vida no tiene precio.
¡Feliz día! J
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