Remembers...
¡Buenos días! Hoy me he despertado escuchando a Madonna,
con aquellas canciones de mi adolescencia con las que me emocionaba cantando y
bailando frente al gran espejo de pared del salón de mi casa. Ains, ¡qué
recuerdos! Eran momentos increíblemente álgidos en sentimientos, con primeros
amores, primeros besos y nuevas experiencias.
Recuerdo la pinta de la cantante, fue transgresora,
se llenaba de crucifijos, con guantes hasta los codos y vestidos blancos sedosos,
puntillas y volantes, como si quisiera emular a una novia divertida. Me
encantaba verla, escucharla, sentir cada una de sus letras, con la emoción de
transportarme a otro lugar.
Con el tiempo cambié de música, de hábitos, de ideas e incluso de manera de pasar las
tardes. Realmente mi tendencia a bailar en el salón de casa, con la música a
todo volumen y cantando a viva voz, con mi poca afinación, debía martirizar a
los vecinos y a mi pobre hermana.
Por aquella época patinaba sobre hielo, era mi
deporte favorito, dos veces a la semana me vestía con mi mallot de patinadora,
la faldita, unas mallas y me iba a clase, deslizándome por el hielo mientras
escuchaba la música y aprendía a saltar, a hacer piruetas, a volar mientras
ponía el turbo en la pista.
Los fines de semana me los pasaba enteros en la
pista de hielo, mañana y tarde, entrenando, con unos cascos, mi Walkman
(jejejejeje, ahora nos parecería un trasto) atado a la cintura, y los patines,
practicando y viviendo en mi mundo. La pista estaba lejísimos de mi casa,
aprendí de muy jovencita a bajar la calle Ganduxer hasta la Diagonal para coger
el autobús. Por suerte tenía una taquilla en la pista y no tenía que cargar con
mis súper patines…
No he vuelto a patinar demasiado desde los
dieciséis años, cuando abandoné para siempre este deporte. A veces cierro los
ojos y recuerdo la libertad de deslizarme sobre el hielo, la ilusión de saltar
por los aires, de dar vueltas y más vueltas, de dominar la pista, con la velocidad
propia de haberme pasado años aprendiendo y las emociones a flor de piel.
De mayor, si mis hijos tenían una fiesta en la
pista de hielo, el olor me traía reminiscencias de la adolescencia, de esos
fines de semana patinando, acompañada por un elenco de personas maravillosas a
las que no he vuelto a ver. Era mi mundo secreto, mi lugar de peregrinación, mi
reducto de ilusiones.
Tengo los patines en mi casa de la montaña,
guardados, preparados para volver a deslizarse algún día por el hielo, con la
emoción de regresar por unas horas a ese pasado emocionante. Quizás lo haga, me
los ponga y deje vagar mi imaginación para trasladarme a esa jovencita con la
cabeza llena de ideas emocionantes.
Ains, cuantos recuerdos me ha traído escuchar a
Madonna…
¡Feliz día! J
Haz una obra autobiográfica de tu adolescencia. Por como la contaste sería muy interesante, no hay duda.
ResponderEliminarEstaría bien, pero me cuesta muchísimo escribir sobre mí... :-)
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