Introspección...
¡Buenos días!
Ayer fue una jornada de descanso intelectual, de paseo tranquilo por Andorra,
de frío, de sonrisas, de ver, mirar, sentir y vivir como si todo fuera sencillo
y mi vida en Barcelona perteneciera a otra. Ayer fui capaz de deshacerme de mi
coraza de mujer trabajadora para convertirme en una simple turista, sin
novelas, sin estrés laboral, sin obligaciones, sin esperas y sin decisiones que
la acosen.
En días así
siempre deseo lo mismo: coger la mochila y marcharme a un país lejano donde el
tiempo transcurra despacio, donde pueda saborear las horas y los minutos con
las emociones de crear mundos paralelos con la consciencia de que no necesito
nada más para vivir, solo palabras, frases, párrafos, ideas, personajes…
Las quimeras
que cada uno de nosotros componemos para avanzar hacia un destino incierto nos
ayudan a sonreír, a desear, a soñar. Hay veces en los que cierro los ojos y
toco el cielo, me veo transportada a una isla caribeña, estirada en una hamaca,
con el ordenador en mi regazo y un sinfín de horas por delante para dedicarlas
a lo que más deseo.
Luego regreso
a la realidad y me doy cuenta de que hay mucho por lo que luchar, mucho por lo
que vivir y mucho por lo que dedicar mis horas a las obligaciones que en
instantes puntuales me abruman.
Mi alma está
en cada una de las palabras que componen las novelas, hay un pedacito de ella
en los personajes, en las situaciones, en las tramas. Sé que a través de las páginas
manuscritas se pueden delinear mis ensueños, que cada carencia de las
protagonistas me ha asaltado en algún instante de mi existencia, igual que sus
alegrías, sus ilusiones y sus sentimientos.
Escribir es
un acto reflejo para mí, es algo innato que necesito hacer, algo a lo que no
puedo renunciar a pesar de los pesares, aunque sí debo intentar hacerlo para mí,
para una lectura introspectiva, para unos pocos, como un hobby que llena mis
horas muertas y me ayuda a sobrellevar los días tristes o apáticos y los
instantes álgidos.
Necesito
encontrar el equilibrio, uno que me ayude a disfrutar otra vez de cada
capítulo, que me traiga emociones, vivencias, ilusiones. Quizás sea la única
manera de conseguir que la inspiración regrese para quedarse, que mis dedos
vuelvan a formar bucles temporales en el papel, que las tramas subyazcan en una
narración complicada y que al terminarla me sienta orgullosa de mi trabajo.
Durante diez
años he vivido con la sensación de que una llamada iba a cambiar mi vida. He
trabajado con ahínco, sin escatimar esfuerzos, lo he dado todo, me he pasado
angustiosos días anhelado un email,
unas migajas de tiempo, una contestación, pero las horas yermas han dejado un
reguero de ansiedad que poco a poco se aplaca con la aceptación de que esa
llamada nunca va a llegar.
Aparcar las
ilusiones no es tan sencillo como adelgazar siete quilos y medio en siete
semanas. Cuando decidí empezar con el régimen lo hice con convencimiento total
de que iba a luchar por alcanzar mi objetivo, de manera que mi esfuerzo se ve recompensando
cada día en la báscula y la ropa me encaja mejor cada semana.
Mi intención
de publicar, de dedicar mi vida a crear historias, no funciona así. A pesar de
los años de dedicación, de estudio, de reescritura, de energía y de voluntad la
realidad que envuelve este mundo difiere en mucho de mis deseos. Trabajar con ímpetu,
dejarte la piel, no abandonar bajo ningún concepto no presupone el éxito que
deseas, así que diez años en el campo de batalla me muestran una realidad que
necesita redimensionar el futuro.
Hoy solo deseo encontrar la manera de
continuar por el sendero de la vida con la cabeza bien alta y la capacidad de regocijarme
con cada instante sin preocuparse más allá del ahora, conseguir que mi cabeza
no piense en el después y solo lo haga en el instante que vivo, que el destino
pueda seguir su curso sin alterarme, que las palabras vuelvan a crear puzzles
complicados en el portátil y que mis quimeras se redefinan en otras más plausibles.
¡Feliz día! J
Me quedo con el último párrafo. CARPE DIEM.
ResponderEliminarFeliz domingo.
:-) ¡Feliz día!
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