¡Qué me pasa con la tecnología!

9:09 Pat Casalà 2 Comments


¡Buenos días! Está nevando muchísimo, me encanta ver caer los copos desde dentro de casa, a través del cristal que se empaña con mis respiraciones y dibujar mi nombre y el de mi familia mientras el vaho se deshace lentamente. Ahora me he metido dentro de la cama, abrigada con un edredón de pluma de oca, con la cortina corrida para ver el exterior y el portátil abierto en el regazo. ¡Un lujo!
Últimamente todo se estropea, parece como si poseyera algún tipo de electricidad estática o de maldición de novela, porque los aparatos electrónicos que tengo alrededor dejan de funcionar. Ayer llevé el iPad al Doctor Clic, reparaciones de Apple, seguidamente el móvil a MoviStar y llamé desde casa al servicio técnico de Konica Minolta para que me vinieran a arreglar la impresora del despacho.
Voy con un móvil prestado que no tiene ni Internet ni nada parecido, encima no puedo recuperar mi agenda de contactos hasta que me reparen el Samsung, así que tampoco puedo llamar, ¡no me sé los números de memoria! Me siento como si acabara de dar un paso atrás y regresara a aquellos días en los que transitábamos por la vida sin tanta tecnología.
Mi jefe me dijo que estar sin móvil unos días era una liberación para la persona que lo tenía estropeado, pero un problema para quienes me quieran localizar. Jajajajajaja, mi marido se enfadó porque no le contestaba los Whatsapp y mi jefe me envió varios de ellos que todavía no he recibido. Supongo que cuando recupere el teléfono empezará a pitar desesperado…
Sin el iPad y mis listas de contactos no puedo dar los buenos días por Twitter ni consultar el correo con un solo clic. Aquí en las montañas mi único anclaje con la red era mi desaparecido móvil… Y mi USB de MoviStar que funciona solo en una zona donde llegue el 3G y eso es difícil de conseguir cuando nieva y no me puedo sentar en el banco de la carretera. Aunque a veces funciona metida dentro de mi cama, a la velocidad de una tortuga y desconectándose cada tres minutos.
Y la impresora del despacho es un gran problema, la verdad. No puedo trabajar sin las facturas impresas ni sin emitir los tickets ni sin algunos papeles que necesito firmados por el administrador. ¡Aixxxxxx! ¡Qué me pasa con la tecnología!
Para rematar el día ayer nos equivocamos de camino cuando subíamos a La Cerdaña. Yo me enganché al iPhone de mi marido mientras él conducía, así que cuando me dijo: «¿es por aquí?» ni  me fijé y le contesté que sí. ¡Y no era por ahí! Acabamos en una carretera regional llena de coches y semáforos y atravesando una collada que no debíamos.
Y no acabó ahí el asunto, tras aperarnos en Ribes de Freser a tomar algo y calmar los nervios, volvimos a tomar otro desvío equivocado y la única manera de retomar el correcto fue desandar el camino. ¡Hoy debería pasarme algo genial!
Total, un viaje de dos horas y cuarto se convirtió en una odisea de cuatro horas. ¡Y eso que nos conocemos la ruta! No sé, quizás fueron fuerzas cósmicas las que nos desviaron dos veces…
Lo mejor de estos últimos días es que mi inspiración ha vuelto, que mi cabeza vuelve a tejer argumentos y que la esperanza me mantiene feliz. He empezado una nueva novela a la vez que corrijo La Baraja con las notas de una gran amiga y compañera. Esta vez quiero escribir despacio, sin presiones, sin agobios. Me he decidido a cambiar un poco de tercio y de temática, ¡a ver si lo consigo!
¡Feliz día! J

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