¡Buenos días! Uixxxx. ¡Qué frío! Parece que las temperaturas han descendido tan bruscamente que hasta aquí dentro encerrada puedo sentir los gélidos embistes del frío penetrando por los cristales de las ventanas. ¡Abrigaros bien! ¡Que han anunciado nevadas! 

Vamos a seguir un poquito con Los Cofres del Saber. ¿Opináis?

…La cara de Ignacio se convirtió en un cuadro de su desolación. A través de sus ojos fui testigo de la lucha interna en la que se había iniciado, una que lo instaba a aparcar lasa dudas y contarme la verdad.

-¿Mi padre te apartó de mí? -volví a preguntar con un hilo de voz-. ¿Eso es lo que estás insinuando? ¿Era un impedimento para tu concentración? ¿Y por eso te fuiste?

  Cerró los párpados un instante e inspiró una bocanada de aire por la nariz. Era como si todo su cuerpo se estuviera revelando contra los reparos que lo acosaban.

-No. -Negó con todo su cuerpo-. Él no me apartó de ti. Era yo el que debía protegerme de los sentimientos y aprender a usar el poder mental para bloquear a los guardianes. -Esbozó una débil sonrisa que apenas iluminó la palidez de su rostro-. Debía alejarme de de ti, porque a tu lado no conseguía concentrarme ni bloquear la señal de mi cerebro y eso nos ponía a los dos en peligro. -Suspiró-. En realidad tu padre me tenía razón, juntos no podíamos sobrevivir. 

  Interioricé cada una de sus afirmaciones, la expresión de su cara, el reeligir de sus pupilas.

-¿De qué sentimientos debías protegerte? -le increpé con el reconocimiento fugaz de sus insinuaciones-. ¿Quieres decir que tú también sentías algo por mí? 

Bajó la mirada el suelo, sin contestar a mis preguntas, como si le diera miedo aceptar la realidad.

-Todavía recuerdo tus palabras hirientes el día en el que te declaré mi amor -le dije con lágrimas en los ojos-. Me prohibiste que te quisiera, como si una prohibición pudiera mandar en mi corazón. ¡Me gritaste y me apartaste de tu lado! ¿Puedes imaginarte cómo me sentí? ¿Mi dolor al ver que después del incendio desapareciste? ¡Llevo años culpándome de tu huida! Siempre pensé que si no te hubiera hablado de mis sentimientos por ti todavía estarías a mi lado… 

No logré contener el llanto. La sucesión de días en los que la culpabilidad se había ocupado de llenar mi dolor se fue proyectando en mi mente como si la reviviera en ese instante.

-No podía decirte lo que sentía. -Ignacio me acarició una mejilla con suavidad y recogió una lágrima con la yema del dedo-. No podía permitir que nos mataran. ¡Porqué si llegan a encontrarme nos hubieran matado a los dos! ¿No lo entiendes? El incendio fue un claro aviso de lo que pasaba si mi mente sólo se dedicaba a pensar en ti. Y no podía permitirlo, así que me alejé cuanto pude para permitirte encontrar a alguien mejor.

-¡Nunca encontraré a alguien mejor! -le grité-. ¡Tú eres la única persona a la que he querido! ¡El único para mi corazón! ¡El único!

Nos quedamos callados, con el corazón latiendo a mil por hora y la adrenalina surcando por las venas a toda velocidad. Nuestros ojos se buscaron y se conectaron como si un hilo invisible los mantuviera completamente unidos. 

Sus manos surcaron el espacio que nos separaba hasta posarse en mis mejillas. Ignacio esgrimió una sonrisa suave, tierna, expresiva. El estómago se me llenó de cosquillas inquietantes y la respiración se convirtió en jadeos expectantes.

La cara de Ignacio se acercó despacio, ladeándose hacia la derecha mientras la mía se inclinaba hacia la izquierda. Aspiré su fragancia, su aroma, su deseo. Cuando nuestros labios se tocaron sentí una corriente eléctrica recorriendo cada uno de los sistemas de mi cuerpo, encendiéndolos, llenándolos de avidez….