Uffffffffff
¡Buenos
días! Hay momentos en la vida que cuesta quedarse quieto esperando, con la
sensación de que las horas encadenan un montón de segundos angustiados y
ansiosos, con la mirada puesta en el teléfono, deseando que emita un sonido
anunciante de un mensaje.
Cuando
era joven y empezaba una relación me sentaba frente al aparato de mi casa con
la necesidad absoluta de escuchar el timbre. No existían los móviles ni
Internet ni nada que me acercara remotamente a monitorizar a la otra persona,
sencillamente tenía el teléfono fijo y la sensación de que si no sonaba me
moriría de desesperación.
Le
animaba con un: «suena, suena, suena ya». Las palabras me salían atropelladas,
con un deje de hiperventilación. Mi corazón parecía un tambor aporreando la
selva en mitad de la noche y sudaba a mares.
Me
recuerdo sentada en el sillón frente a la mesilla, con el alma en vilo y una
obsesión casi enfermiza con ese sonido que no llegaba.
Algunas
veces el timbre del teléfono me sobresaltaba, entonces alargaba la mano
temblorosa para contestar con un hilo de voz casi invisible. Si era él las
lágrimas se encargaban de llenarme los ojos mientras intentaba recuperar el
aplomo perdido. Si contestaba una persona ajena a mis pensamientos la
frustración desencadenaba un sentimiento incómodo. Le hablaba educadamente,
pero con el regusto amargo de la decepción. Y mientras la conversación con otro
miembro de mi familia se desarrollaba yo pensaba: «cuelga ya, si llama estaré
comunicando».
¡Qué
tiempos aquellos! Todos hemos pasado por situaciones similares en la juventud y
al final hemos conseguido salir a flote…
Al
ser una persona altamente imaginativa y que tiende a pensar demasiado mi mente
inventaba constantemente ideas acerca de qué hacía él, de cómo eran sus
pensamientos y de cuándo decidiría llamarme… Ufffffff, ¡era una tortura! Suerte
que mi vida sentimental está perfectamente encaminada y este año cumpliré la mayoría
de edad en mi matrimonio…
Soy
de la opinión que la incertidumbre es el peor estado en el que podemos vivir.
Más vale un “no” rotundo que un “a lo mejor”. Por eso las situaciones en las
que me toca esperar acaban convirtiéndose en una odisea de inquietudes y
ansiedades.
Tengo
una idea para otra novela, aunque primero me gustaría terminar ELE. Estoy
convencida de que esta tensión que acabo de plasmar en la entrada de hoy puede
darme pie a una historia interesante, una parecida a EDP. Quiero que mis
escritos sean intensos, que el lector desee continuar leyendo, con el anhelo de
saber qué pasará a continuación. Y estoy en una etapa romántica, con ideas locas
acerca de las relaciones…
¡Feliz
día! J
La espera desespera si, pero facilita la reflexión. Pat no es lo mismo tener 18 años a tener unos pocos mas, las cosas se ven de otra manera. La percepción del amor cambia, así como los anhelos y deseos van cambiando con los años. Lo que no cambia es la sensación de cosquilleo que sientes al conectar con alguien, es una agradable sensación que se mete en tu piel como dice aquella canción...
ResponderEliminarSí, quizás yo solo recuerdo cuando era una teenager... Claro, conocí a mi marido con dieciocho y me casé a los veintitrés...
EliminarPor cierto EDP me está gustando...
ResponderEliminar¡Qué ilu! :-)
Eliminar