El ruido (la trama 21)

8:10 Pat Casalà 0 Comments


            El título de ayer suscitó varios comentarios privados de gente que se había asustado. En general recibí bastantes críticas por haberles dado un susto, así que a partir de ahora voy a intentar buscar títulos que no lleven a confusión, ¿OK?
            Estoy creando unas pestañas en el inicio del blog para ordenar de una manera fácil y ágil las entradas en relación a la trama. Como mis dotes informáticas se alejan bastante de la perfección tardaré un poco en tenerlo todo bien arreglado y con una apariencia que me guste, pero al final conseguiré lo que busco: tener una pestaña exclusiva para la trama, otra para personajes y otra para apuntes que han ido surgiendo en la historia. Así todas las personas que lleguen ahora al blog podrán encontrar la manera de ponerse al día con facilidad. ¡Espero sugerencias para mejorar!
            Bueno, contestando el comentario de M. del otro día, es que con tanto ajetreo no me acordé ayer, os diré que en uno de los comentarios decidimos que el padre de Sara sólo llevaba seis meses muerto, justo el tiempo que Vladymir y Úrsula han intentado descubrir los secretos que guarda la joven mediante drogas y otros métodos.
            En cuanto tenga tiempo me dedicaré a ordenar un poco esos comentarios y a escribir un pequeño guión de los cambios sugeridos y adoptados para que todos podáis estar al día de la trama, ¿OK? Pero me habréis de conceder una tregua, ahora tengo tanto trabajo que no tengo mucho espacio para el blog.
            ¡Vamos con Vladymir!
            ….Con una fuerte aceleración de sus sentidos aumentados gracias a los cofres que había desenterrado en el pasado, el transilvano permitió que todo el potencial almacenado en su mente se concentrara en penetrar en la mente de Sara y descubrir la identidad de aquel muchacho que estaba sentado a su lado.
            A través de los ojos de una mujer del autobús había descubierto el rostro pálido de Ignacio, con un tono plúmbeo, casi fantasmal, que aparecía enmarcado dentro de la cabellera de rizos morenos que caía en cascada hasta sus hombros rectos, enfundados en un abrigo negro de lana. Se había demorado un instante en sus ojos marrones, ribeteados por unas largas cejas que le conferían un aire penetrante a su mirada.
            A medida que aumentaba la intensidad de sus embistes para poseer la mente de Sara Vladymir iba sintiendo cómo la mirada de Ignacio se adentraba peligrosamente en su interior. Veía dos esferas marrones reflejadas delante de Sara con un brillo amenazador, las notaba fijas en un espacio de su cerebro, enviándole unos latigazos cervicales muy dolorosos, interfiriendo en su capacidad para surcar las distancias con su mente.
            La concentración de Vladymir empezó a flojera cuando los azotes de Ignacio se convirtieron en unos ruidos que retumbaban en su mente como las reverberaciones de un tambor incesante. Cada uno de los golpes se introducía en sus neuronas y las iba desarmando, como si deshiciera su capacidad de seguir utilizando los dones de los cofres.
            Se le aceleró la respiración, todo su cuerpo se tensó a la vez que sus cuerdas vocales emitían un grañido agudo e interrumpido, un alarido desgarrado de dolor intenso. Su conciencia iba regresando a él, reocupando su lugar, apartándose de su presa.
            Acompañado de unos jadeos roncos se agarró la cabeza con ambas manos, a la vez que intentaba apartar ese sonido de su cabeza. Su conciencia empezó a fundirse, a perderse en un laberinto oscuro y lúgubre donde cada uno de los recodos escondía una cadena de pasadizos sin salida.
            La negrura se encargaba de dirigir sus pasos hacia el centro, un lugar donde la nada se encargó de apagar sus circuitos neuronales. Su cuerpo se desplomó flácido en el suelo, al inicio de las escaleras, como si no fuera más que una marioneta a la que le han soltado los hilos.
      Cunado su cuerpo yacía inerte en el suelo, con el eco que había propagado Ignacio todavía reverberando en su cerebro, la conciencia de Vladymir logró hacerse oír, deshacerse del embiste del mago, resurgir de sus cenizas como el ave fénix y recorrer el laberinto hasta la salida. Se levantó con dos movimientos ágiles, rebajando la intensidad de los latigazos a los que lo sometía Ignacio mediante un gruñido gutural. Levantó las manos y las cruzó sobre su pecho, con la cabeza mirándolas, en un gesto de poder. Sus facciones adquirieron un aspecto feroz, intenso, inflexible.
            Aspiró una bocanada de aire por la nariz antes de volver a levantar la mirada y recorrer de nuevo la distancia hasta el autobús, en busca de sus presas, aplacando el sonido que Ignacio todavía le mandaba a través de aquellos ojos marrones que se habían quedado fijos dentro de él.

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