Incumplir las promesas

7:07 Pat Casalà 0 Comments

¡Buenos días! Hoy hace fresco, la mañana parece más oscura de lo normal y yo me despierto otra vez sin ganas de coger la moto e irme al despacho. Sin embargo soy una persona excesivamente cumplidora, de aquellas que contesta llamadas laborales a cualquier hora y que suele comprometerse con los demás.
Últimamente me enfrento a muchas circunstancias donde la gente incumple con los compromisos adquiridos. Y sí, me siento mal, para qué negarlo… Mi manera de ser me impulsa a no faltar nunca a mi palabra, aunque eso signifique robarle tiempo a otras cosas.
Debería encuadrar la vida donde realmente se merece, no esperar demasiado de la gente que me rodea y caminar hacia el horizonte libre de responsabilidades, dejándome llevar por la corriente. Pero yo no soy así. No me gusta dejar plantado a un amigo ni que la bandeja de entrada se llene a rebosar de emails sin contestar ni que alguien me pida un favor y, si está en mi mano, no se lo conceda.
Por eso me duele tanto la ausencia total de colaboración por parte ajena. Es más fácil decir no que prometer la luna si te ves incapaz de alcanzarla. Hace años os hablaba de la ansiedad inherente a la incertidumbre y la dificultad de enfrentarse a un sí condicionado.
Prefiero una negativa firme a una promesa rota. Entiendo que a veces las circunstancias puedan debilitar nuestra capacidad de actuación, pero entonces agradezco una llamada, un escrito, un mensaje en el que se me explique que no va a poder ser. Eso siempre lo comprendo.
Sin embargo las cosas suelen ir por otros derroteros…
En fin, hay que adaptarse a la realidad, aprender a no esperar y, sobretodo,  no cambiar, no dejarse influenciar por esa manera de actuar y ser fiel a una misma. Es la mejor manera de ser feliz.
Con el tiempo he aprendido a modificar mis hábitos, a ver más allá de las promesas y cada vez me duele menos que se incumplan. Aunque para ser sincera debo admitir que todavía queda ese resquicio de dolor cada vez que me enfrento a una falta.
Ayer regresé a las páginas de Perdida en la Niebla para sumergirme en el mundo de Sussie y de Ernesto. Puede funcionar, la novela tiene gancho y me gusta, a ver si una editorial comparte esa percepción. Y si no, siempre me queda Amazon…
Tomé un zumo con mi querida Senda, sentadas en una terraza mientras anochecía, acompañadas por la temperatura inusualmente cálida. Ella comprobaba sus notas en el Kindle mientras yo corregía DUO en mi Mac. Estas pequeñas cosas me devuelven la sonrisa. Igual que chatear con mi amiga Mabel o charlar con Mercè por teléfono o ir a visitar a Dolors a su casa el viernes por la tarde.

¡Feliz día! J

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