Despertar en las montañas
¡Buenos días desde las
montañas! Al fin he vuelto a subir a mi preciosa casa de La Cerdaña, hacía
tanto tiempo que no veníamos que casi me había olvidado de la paz, la
tranquilidad y el sosiego que me ofrecen estos muros cómplices de mis
recuerdos.
Estoy sentada en mi
sillón, ante la chimenea, donde he logrado encender un magnífico fuego que
crepita al son de las llamas danzantes que crean unas figuras sinuosas ante mis
ojos. Fuera el día está despuntando, las cimas están nevadas y hace suficiente
frío como para recibir de nuevo esos copos blanquecinos que mudan el paisaje y
nos llevan hacia el invierno. Aunque hoy parece que el azul ganará al blanco de
las nubes y que el sol va a lucir imperturbable en un cielo despejado.
¡Cómo me gusta respirar
este silencio sacro que se escucha en este lugar! Es como si estar únicamente
acompañada por el sonido de las llamas me llenara de inspiración y me
transportara a una dimensión donde todos los problemas, los pensamientos
recurrentes y los agobios diarios se quedaran anclados en un lugar recóndito.
La verdad es que cuando
estoy en Barcelona no soy consciente de lo mucho que echo de menos estos
momentos de soledad y paz. Al despertarme tan pronto consigo bajar al salón yo
sola, desayunar cuando el cielo todavía luce estrellas parpadeantes y encender
la chimenea mientras mi familia duerme en su cama.
Hoy me he quedado durante
un buen rato observando las llamas, descubriendo su movimiento, hechizándome
con su color y su danza. ¡Hacía un frío ayer por la noche cuando llegamos! El
termómetro exterior marcaba un grado y el interior doce. ¡Suerte de los
nórdicos de pluma de oca que compramos! ¡Y de las bolsas de agua caliente!
Cuando llegamos siempre es
de noche. La calefacción normalmente lleva un par de horas encendida, pero
nunca es suficiente para conseguir una temperatura óptima, así que no nos queda
otro remedio que buscar soluciones para meternos en la cama y no congelarnos.
Una vez, hace años, una
amiga nos explicó que ella usaba las típicas bolsas de agua caliente para
deshumedecer las sábanas que habían estado expuestas al frío. ¡Y lo probamos!
¡Y funciona a las mil maravillas! Mientras deshacemos la maleta llenamos las
camas con varias bolsas de agua caliente. Y cuando nos metemos en la cama las
sábanas están calentitas y encima podemos abrazarnos a las bolsas y conseguir
subir la temperatura de las manos y los pies.
Además nos tapamos con dos
nórdicos: el fino, que es el que luego se queda cuando la casa ya está cálida,
y el de pluma de oca que nos ofrece un calor perfecto mientras la calefacción
va subiendo la temperatura ambiental.
¡Una de las mejores compras que hicimos fue
nuestra súper chimenea! ¡Es increíble cómo calienta! Es de una marca llamada
Austroflamm, de origen nórdico y con una potencia increíble. Este tipo de
“estufas nórdicas” es lo que se utiliza en los países más fríos de Europa para
calentar las casas. ¡Cuando la enciendes en pocas horas ha conseguido subir
tres o cuatro grados la temperatura ambiental!
Mientras voy escribiendo
esta entrada mi mente va desenredando varios pensamientos sobre lo magnífico
que será este día. ¡Tenemos tantas cosas que hacer! Espero tener tiempo de ir
al banco de la carretera a colgar el post en el blog… ¡Sino lo haré desde el
coche, cuando crucemos a España!
Hoy tenemos previsto sacar
los forfaits de temporada del Puigmal. ¡Llevamos tantos años esquiando allí que
me conozco la estación de memoria! ¡Casi os podría describir cada uno de los
árboles y bajar las pistas con los ojos cerrados! Es una estación pequeñita, muy familiar y un
tanto desfasada en remontes, pero muy cómoda porque la tenemos a veinte minutos
de casa, no suele haber demasiada gente y si vamos a primera hora aparcamos
justo delante.
Gracias a mi cabeza, esa
que me despierta cada día a las seis, en invierno nos despertamos prontito y a
las nueve en punto cogemos el primer telesilla de la mañana. ¡De nueve a once
es una gozada! Las quitanieves han allanado las pistas y no hay nadie, bajamos
prácticamente solos con una nieve perfecta. ¡Esas bajadas bien valen el
madrugón!
¡Qué ganas tengo de
esquiar! ¡Es un deporte que te ofrece tantas cosas maravillosas! A parte de
disfrutar de la familia, a los cuatro nos encanta esquiar y es algo que hacemos
juntos, también entras en comunión con la naturaleza, tienes muchos instantes
de soledad en los telearrastres para pensar y sentir y puedes deslizarte con
libertad por un lugar plagado de árboles, vistas y, en el Puigmal, poca gente.
¡Allí nació la idea de La Baraja! ¡Una mañana de semana santa subiendo por un
telearrastre!
¡Os deseo un día
genial!!!!
muy bien Pat, lo has conseguido!! Acabas de teletransportarme a la Cerdanya, a Alp. Que buenos recuerdos tengo de aquella época, en la que podía disfrutar de la casa en familia, con mis niñas. Todo aquello un día desapareció. Pero aún lo mantengo muy vivo en mi recuerdo. Que tengas un buen finde!!
ResponderEliminarGracias Silvia!!!! Espero que tú también pases un gran fin de semana! Un beso!
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