Escribir y soñar
¡Buenos
días! Parece que la lluvia nos concede una pequeña tregua. ¡A ver si dura un
largo tiempo! Es que tanto mojarme….
Mañana
podríamos seguir un poco con la historia de Los Cofres del Saber. En este
momento está un poco parada, pero es que tengo un montón de cosas en la cabeza
y estoy acabando la corrección de la novela. ¡Pero prometo centrarme en nuestro
relato lo antes posible!
La
semana pasada os hablé de la vocación que subyace dentro de los artistas, de
ese mundo interior que nos impulsa a dejar fluir la creatividad a través de algún
medio artístico, de no permitir que nos ahoguen esas sensaciones y esas
emociones intensas que nos transportan a otro lugar, con otra gente, con otro
entorno.
Tras
unos meses en la red, contactando con personas afines a mí, hablando con otros
escritores que esperan la oportunidad de ver sus escritos en una estantería, he
descubierto que esa hipersensibilidad, esa capacidad de imaginar, ese tiovivo
de emociones donde vivo, es algo común entre todos los que se despiertan con
una intensa necesidad de aporrear el teclado sin pausa.
¡Es
curioso que seamos tan parecidos! Siempre había pensado que era un tanto
extraña, con tantos sentimientos acosándome, con la melancolía asida a mí los
días de lluvia y la alegría los días de sol, con momentos inspirados e
instantes secos de palabras, con altibajos a la hora de encontrar esperanzas.
Que
tus personajes convivan en tu mente es algo insólito. ¡Y me encanta saber que
no soy la única con esos mundos interiores! En esta última corrección de la
novela, al cambiarles el nombre a algunos de los personajes, he sentido como si
me arrancaran algo de dentro, y es que ya son parte de mí misma y ocupan un
pedacito de mi corazón.
¡Hay
tantas noches que sueño con ellos! Es como si existiera un puente entre los dos
mundos que moran en mi interior y mi mente lo traspasara varias veces. Hay
instantes en los que permitir que uno de los protagonistas sufra y no tener un
ordenador delante para cambiar esa situación me provoca ansiedad. Es como una
necesidad vital de sacarlo de esa situación, de escribir lo que pasará a
continuación, de llevarlo hacia otro lugar.
Y
mi mente no para de darle vueltas a las historias, a las subtramas, a los
posibles sinsentidos que se puedan dar en un manuscrito. Quizás por eso la
mayoría de los escritores padecemos insomnio, porque nuestro subconsciente se
niega a parar y da vuelas sin cesar a la trama, buscando incoherencias,
detalles sin sentido, bosquejos no acabados.
Ayer
me preguntaron acerca de mis primeros pasos en el mundo de la literatura, de cómo
llegué a encontrar una agencia que se interesara por mi trabajo. Una de las
cuestiones que más le interesaba conocer a mi interlocutor era de dónde había
sacado la paciencia para esperar durante tantísimos años y seguir trabajando.
Pues
la verdad es que no me imagino mi vida sin estas horas dedicadas a la
escritura. ¿Qué haría yo entonces? Me sentiría vacía y desamparada, sin nada qué
hacer ni por lo que luchar y las historias acabarían por ahogar mis deseos de
caminar, de levantarme de la cama, de avanzar por la vida con ilusión y alegría.
¡Así
que voy a seguir escribiendo! ¡Y dando la vara cada día con estas pequeñas
reseñas acerca de lo que me inquieta! ¡Y a volver a corregir otra vez la
novela! ¡Y a soñar despierta con la larga cola frente a un mostrador de firmas!
¡Os
deseo un gran día!
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