Una vocación
¡Buenos días! Esperemos que hoy
el sol brille en un cielo azul y todos podamos sonreír ante un mundo pintado de
colores vivos y alegres. ¡Es lo mejor de la esencia de los días claros! ¡El
silencio preñado de pequeños arcos iris de emoción! Los sonidos siempre son
distintos en los días lluviosos y grises, son más densos, más compactos, más
tristes. El sol trae otros ecos, si os paráis a escuchar un día soleado os
encontraréis con que el propio rumor de la jornada os despierta una sonrisa.
Ayer
me preguntaron de dónde sacaba la imaginación para crear las novelas y qué era
para mí escribir. ¿Una afición? Yo creo que más bien es una vocación, algo que
mora en mi interior y necesita plasmarse en un papel para cobrar vida y no
ahogarme, una necesidad diaria de enfrentarme al teclado y componer párrafos,
capítulos, historias.
Es
como si los personajes formaran un nudo de sensaciones en mi mente hiperactiva
y me crearan la necesidad de deshacerlo a través de las palabras, como si el
lenguaje escrito poseyera la magia de liberar aquellos mundos paralelos que me
bombardean a todas horas.
Para
mí siempre ha sido más fácil expresar los sentimientos en el papel que de viva
voz, y eso que soy muy habladora. Pero la soledad ante el teclado, la blancura
del papel, la intimidad que te proporciona estar solo con tus palabras es una
fuente de inspiración que nada puede igualar.
Desde
que escribo cada día en el blog he conocido muchísimas personas que como yo
sienten la vocación de escribir fluir por sus venas y revitalizar cada pedazo
de su piel. Y todos tenemos cosas en común: el soñar despiertos, el anhelo de
las palabras, de conseguir que alguien nos lea, de compartir aquellas historias
que nos queman por dentro, de dejar escapar las frustraciones, las alegrías,
las penas y los logros a través de unas personas ficticias que nos acompañan a
todas horas.
Aunque
últimamente me pregunto demasiado a menudo si no debería desistir, siempre
acabo sentándome ante el ordenador, con las ideas hirviendo en mi cabeza, como
si fueran el agua de la olla a presión que necesita expulsar el vapor.
No
puedo explicar de una manera coherente cómo hilvano las tramas ni cómo doto de
personalidad a un asesino sangriento ni a una persona distinta a mí en todos
los sentidos. Sólo puedo explicar que me siento ante el portátil y que la
historia se plasma a través de mis dedos inquietos, que va creando una película
en mi mente y que va tomando forma.
No
creo que aguantara demasiado tiempo sin escribir. Es parte de mí, una parte
importante. ¿Qué haría entonces con todas las ideas que acuden a mi mente? Mi
vida sería gris y monótona, triste, angustiosa.
Llevo
muchos años escribiendo sin publicar y no he desistido, le dedico todo mi
tiempo libre, todos aquellos minutos que puedo arrancarle a las
responsabilidades diarias, toda mi energía. Y, a pesar de que mis avances son
lentos, sigo al pie del cañón, creando, corrigiendo, luchando.
Creo
que todos los que tenemos una vena artística necesitamos expresar nuestro arte
de alguna manera si no queremos marchitarnos en una existencia oscura y apática.
Forma parte de nuestra esencia, de nuestra personalidad, de nuestro devenir
diario.
Así
que lo mío es una vocación, una vocación agradable a veces y angustiosa otras,
una vocación que me lleva a intentar mejorarme cada día, a intentar llegar a
las metas trazadas, a no desfallecer más de lo estrictamente necesario, a
crear, a soñar, a vivir mis mundos imaginarios,…
¡Os
deseo un feliz día!
Patt!! ¿No has pensado nunca en lo tranquilos que estaríamos si esos mundos imaginarios no nos bombardearan durante todo el día? Yo a veces lo pienso y me entran dudas de si no esta vocación no tendrá algo de maldita. Porque como dices, alguna fuerza mayor nos obliga a sacar esas historias y personajes fuera o no nos dejan en paz.
ResponderEliminarSaludos!!
Pues sí, José Antonio, no te puedes ni imaginar cuántas veces me sorprendo pensando que es una maldición y no una vocación. Pero al final me doy cuenta de que escribiendo soy feliz y que tener sueños no es malo y que quizás algún día vea que todas esas horas dedicada a las novelas han valido la pena. ¡Aunque se viviría bien sin los mundos imaginarios en la cabeza! Jajajaja.
ResponderEliminar¡Un beso!!!
No estoy de acuerdo. Los mundos que tenemos en nuestra cabeza son reales para nosotros, son parte de nuestra esencia, sin ellos no seríamos como somos. Muchos días la falta de tiempo me impide escribir, y doy gracias por tener a todos mis personajes dentro, acompañándome, recordándome que nací con un don. No es una maldición, no, no lo creo.
ResponderEliminarNo todo el mundo es capaz de expresar por escrito lo que imagina. Yo me siento afortunada de poder hacerlo. ¿Maldición? Un regalo de los dioses, más bien. Gracias, dioses!!
En cierto modo tienes razón, Bea, si no pudiera crear ni imaginar no sería yo misma. ¿Pero te has parado a pensar alguna vez lo tranquila que vivirías sin esa necesidad de dejar salir las historias que te ahogan?
ResponderEliminarAunque me uno a tu agradecimiento a los diosos por habernos concedido esta vocación. ¡Nuestra manera de sentir es intensa! ¡Y eso nos proporciona una energía brutal!
¡Pasa un buen día!