Escribir y soñar

7:57 Pat Casalà 0 Comments


            ¡Buenos días! Parece que la lluvia nos concede una pequeña tregua. ¡A ver si dura un largo tiempo! Es que tanto mojarme….
            Mañana podríamos seguir un poco con la historia de Los Cofres del Saber. En este momento está un poco parada, pero es que tengo un montón de cosas en la cabeza y estoy acabando la corrección de la novela. ¡Pero prometo centrarme en nuestro relato lo antes posible!
            La semana pasada os hablé de la vocación que subyace dentro de los artistas, de ese mundo interior que nos impulsa a dejar fluir la creatividad a través de algún medio artístico, de no permitir que nos ahoguen esas sensaciones y esas emociones intensas que nos transportan a otro lugar, con otra gente, con otro entorno.
            Tras unos meses en la red, contactando con personas afines a mí, hablando con otros escritores que esperan la oportunidad de ver sus escritos en una estantería, he descubierto que esa hipersensibilidad, esa capacidad de imaginar, ese tiovivo de emociones donde vivo, es algo común entre todos los que se despiertan con una intensa necesidad de aporrear el teclado sin pausa.
            ¡Es curioso que seamos tan parecidos! Siempre había pensado que era un tanto extraña, con tantos sentimientos acosándome, con la melancolía asida a mí los días de lluvia y la alegría los días de sol, con momentos inspirados e instantes secos de palabras, con altibajos a la hora de encontrar esperanzas.
            Que tus personajes convivan en tu mente es algo insólito. ¡Y me encanta saber que no soy la única con esos mundos interiores! En esta última corrección de la novela, al cambiarles el nombre a algunos de los personajes, he sentido como si me arrancaran algo de dentro, y es que ya son parte de mí misma y ocupan un pedacito de mi corazón.
            ¡Hay tantas noches que sueño con ellos! Es como si existiera un puente entre los dos mundos que moran en mi interior y mi mente lo traspasara varias veces. Hay instantes en los que permitir que uno de los protagonistas sufra y no tener un ordenador delante para cambiar esa situación me provoca ansiedad. Es como una necesidad vital de sacarlo de esa situación, de escribir lo que pasará a continuación, de llevarlo hacia otro lugar.
            Y mi mente no para de darle vueltas a las historias, a las subtramas, a los posibles sinsentidos que se puedan dar en un manuscrito. Quizás por eso la mayoría de los escritores padecemos insomnio, porque nuestro subconsciente se niega a parar y da vuelas sin cesar a la trama, buscando incoherencias, detalles sin sentido, bosquejos no acabados.
            Ayer me preguntaron acerca de mis primeros pasos en el mundo de la literatura, de cómo llegué a encontrar una agencia que se interesara por mi trabajo. Una de las cuestiones que más le interesaba conocer a mi interlocutor era de dónde había sacado la paciencia para esperar durante tantísimos años y seguir trabajando.
            Pues la verdad es que no me imagino mi vida sin estas horas dedicadas a la escritura. ¿Qué haría yo entonces? Me sentiría vacía y desamparada, sin nada qué hacer ni por lo que luchar y las historias acabarían por ahogar mis deseos de caminar, de levantarme de la cama, de avanzar por la vida con ilusión y alegría.
            ¡Así que voy a seguir escribiendo! ¡Y dando la vara cada día con estas pequeñas reseñas acerca de lo que me inquieta! ¡Y a volver a corregir otra vez la novela! ¡Y a soñar despierta con la larga cola frente a un mostrador de firmas!
            ¡Os deseo un gran día!

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