¿Reedificamos?

8:18 Pat Casalà 0 Comments


              ¡Buenos días!!! Puaf, os pongo buenos para decir algo, pero no hay manera de que el sol se digne a reinar en el cielo y a iluminar el día que sigue gris, apagado, apático y con muchas ganas de llorar encima nuestro.
            Ayer me desvié un poco de la costumbre de buscar nuestra propia luz y de dibujar un mundo de colores que nos acompañe en la búsqueda de la felicidad y de la ilusión de levantarse cada mañana, aunque he de admitir que exorcizar los sentimientos tristes muchas veces es una terapia milagrosa.
            Hoy me he levantado dispuesta a erigir unos nuevos castillos a base de tesón, ilusión y fantasía. ¡Y si algún día se derrumban, pues mala suerte! ¿A quién hacemos daño imaginando un mundo ideal? Mientras esas edificaciones con las que revestimos nuestras esperanzas no atenten contra el bienestar de nadie somos libres de crear, creer y soñar.
            La mejor manera de superar un día funesto es encararse con todo aquello que te desestabiliza. ¡Y eso hice yo ayer! ¡Y ahora mi sonrisa está iluminada por la energía de reedificar sin desmoronarme!
            Caminar por la senda de la vida es algo mágico y genial, un ejercicio diario que todos compartimos y que todos intentamos recorrer con la mayor alegría posible. Y sí, hay momentos bajos, instantes en los que parece que todos los cimientos que sustentan nuestras esperanzas se remuevan entre arenas movedizas, pero al día siguiente todos somos capaces de solidificar el pavimento y de fundar una nueva base para que nuestros castillos se eleven en el aire y nos muestren una realidad multicolor.
            Para mí los pilones principales que constituyen los edificios de mi ilusión están compuestos por palabras, frases, movimientos, acordes e instantes con mi familia. Si algún día me quedara sin un folio donde poder expresarme, sin una música que poder seguir con mi cuerpo, sin una sonrisa de los míos o sin la capacidad de imaginar me quedaría yerma, pero como sigo teniéndolo todo a mi alrededor, voy a volver a creer que todo es posible y, sobre todo, a sonreír.
            Os voy a contar cómo me enfrento a la melancolía. Me encanta buscar baladas antiguas que me sepa de memoria para reproducirlas un tanto altas de volumen. Cuando los acordes inundan el espacio y las frases cobran sentido, las voy cantando en voz alta, con los ojos cerrados, permitiendo que el poder hipnótico de la melodía se funda con mis emociones y vaya serenando mi espíritu.
            En ese instante, cuando siento la vibración de las notas en mi interior, todo desaparece, el mundo real se desvanece entre las edificaciones paralelas que voy tejiendo con mi imaginación, y logro alcanzar todas aquellas metas que me había trazado en algún momento. ¡Las siento tan reales que a veces incluso lloro de felicidad!
            Sí, es cierto, puede parecer un poco friki, pero funciona. Es genial, es como un chute de felicidad directa al cerebro, como si todos los sueños almacenados en mi interior fueran reales y por unos momentos los pudiera vivir. ¡Y luego me siento revitalizada! Creo que es una buena terapia.
            También utilizo ese método cuando me encallo con un personaje o con una escena o con una idea. Al buscar una música que exude los sentimientos necesarios para avanzar en la narración encuentro las pistas para desencallar lo que se ha bloqueado. ¡Y entonces la historia vuelve a fluir con facilidad!
            Bueno, ¡me voy a trabajar! Mañana retomaremos la trama de Sara e Ignacio, ¿OK?
            ¡Pasad un día genial!

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