Dulces recuerdos

7:07 Pat Casalà 0 Comments

¡Buenos días! Los lunes me cuesta levantarme de la cama cuando suena el despertador, me quedaría durante horas entre las sábanas dejando vagar mi imaginación con un libro en las manos o escribiendo sin parar. Pero la realidad impone levantarse sin hacer ruido, desayunar y encender el ordenador para compartir con la blogosfera un retazo de mi día a día.
Se acerca la Navidad, cada día parece más próxima, como si quisiera dejar patente su deseo de llenarnos de luz y de momentos. Este fin de semana empecé a realizar mis compras, aprovechando los descuentos del Black Friday. En algunos casos valió la pena, en otros decidí esperar porque la cola no merecía la pena.
Ayer celebramos el cumpleaños de mi madre en familia. Es maravilloso reunirnos cada domingo, con la emoción propia de construir juntos una buena relación. Entre los temas de conversación recordamos los años de tienda al lado de mis padres, cuando trabajaba con ellos y pasaba una parte de mi jornada laboral cara al público.
Hay tantas anécdotas divertidas… Diez años de atender a clientas dan para muchísimos libros, con un sinfín de historias entretenidas y de momentos. Como el día que una señora se dejó la ropa interior entre la ropa del probador o cuando entró un señor y se probó un vestido para su mujer y salió un segundo a la tienda en tanga…
A veces no nos damos cuenta de la importancia de nuestro bagaje y apenas prestamos atención a momentos concretos del pasado. No nos paramos a analizar que ahora somos alguien condicionado por esas vivencias.
A mí la vida me ha llevado a un momento dulce. Atender al público me enseñó a tratar a la gente con mayor amabilidad, a sonreír ante las adversidades y a dejar a un lado mi carácter un poco exaltado a veces. Entender que nunca me convertiría en la escritora de éxito soñada me ha ayudado a vencer la ansiedad y a disfrutar de la creación, sin ver más allá.
Me niego a olvidar el camino zigzagueante que me ha traído hasta aquí, los deseos de convertirme en quien no me tocaba, la intención de llegar a una cúspide demasiado elevada para coronarla. Evocar esos momentos me ayudan a sortear los días incómodos y a encontrar la sonrisa feliz de cada día, con la emoción de ser parte de algo maravilloso.
No olvidar significa quedarse con lo bueno, con las enseñanzas positivas de cada situación para aprender de ellas y no dejar nunca de evolucionar hacia un estadio mejor. De una mala experiencia siempre se extrae una enseñanza, algo positivo para no recaer en las mismas fauces del suceso.
Es bonito despertarse por la mañana con la casa en silencio, darle los buenos días a mi hijo y desayunar sola en la cocina, con la mente enredada en mis historias. Ser capaz de darles vida no tiene precio.
¡Feliz día! J


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