Los sentimentos se amotinan
¡Buenos días! El miércoles tuve una comida increíble con Carme
Prtas, la presentadora de Un último día
conmigo. Me encantó cómo ha preparado sus notas para explicar algunas
partes de la novela y me sentí contenta de escuchar sus opiniones.
Siempre que me explican las sensaciones de mis historias me
instan a buscar la manera de llevarlas a la pantalla porque son muy visuales. Para
escribir mi cuerpo entra en una especie de trance, se conecta en la distancia
con los personajes, los toca, los siente y los vive. Es difícil de explicar, a
veces ni yo misma lo entiendo…
Esa comunión entre mis dos mundos consigue
hilvanar la trama, dotarla de sentimiento, llenarla de tacto, olor, sabor y
emociones.
Soy incapaz de no sentir, de no empatizar con los demás, de no
ponerme en la piel del personaje. Quizás por eso no suelo dominar la cantidad
ingente de ideas inconexas que se apoderan de mi mente y disparan nostalgias absurdas.
Es como una dependencia con el pasado que a veces me asalta,
como si en algunos instantes no fuera capaz de controlar esa mirada hacia atrás
para sentirme cerca de quien no debería. Entonces recaigo y envío mensajes que
no debería, siempre con esa absurda ilusión de recuperar una parte de mi alma
perdida en esos momentos. Aunque sea una idiotez porque cuando alguien no
quiere regresar a tu vida no vale la pena intentarlo.
Mis sentimientos se amotinaron después del reencuentro con David
y Margarita, pugnaron por salir a la superficie, por apoderarse de mi piel. Crecieron,
inundaron mis venas de esa nostalgia positiva y me invadieron.
No me arrepiento de los mensajes ni de los sentimientos ni de
la emoción con la que intenté recuperar una parte de un pasado muerto y
enterrado porque me ayudó a darme cuenta de cuánto he madurado estos años
porque apenas sentí unas brasas de decepción. Soy muy feliz, tengo tantas
novedades maravillosas en mi vida que esta vez el dolor solo me duró unos segundos.
Nunca me cansaré de darles las gracias a las maravillosas
mujeres que me acompañan en la vida porque gracias a ellas he dejado atrás esa
coraza de inseguridad, me he desprendido de la sensación de caminar en la
cuerda floja y he aprendido el valor real de la amistad. Y eso es lo que vale,
las personas que me acompañan y me quieren por cómo soy.
Siento demasiado, pienso en exceso, mi mente parece conectada
a un cable de encendido a todas horas y se niega a apagarse muchas veces, pero
con el tiempo ha entendido el veredero valor de lo mucho que he conseguido
estos años. Querer compartirlo con personas del pasado es algo mágico, pero lo
realmente increíble es tener a mi lado a la gente que de verdad lleva años
apoyándome, queriéndome, mostrándome con actos y palabras lo que significa la verdadera
amistad.
¡Feliz día! J
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