Primera esquiada
¡Buenos días! Esta semana es rara… Hoy es miércoles y tengo la
sensación de que estamos a lunes. Y encima mañana volvemos a tener fiesta…
Es guay porque al fin he conseguido conectar con la novela
para avanzar a una velocidad de gigante. Aunque he cambiado por completo mi
idea inicial y se está convirtiendo en una historia muy alejada de cómo la
concebí.
Espero conseguir un buen cambio de registro sin olvidarme para
nada del romance, la aventura y el final apoteósico para una serie que solo me
ha aportado buenos momentos.
Estos cuatro días de fiesta me han dado para mucho. Queríamos
estrenar las pistas de esquí y subir a la casa de la montaña, pero nuestros
hijos están en una edad complicada para estas pequeñas decisiones. Àlex tenía
una fiesta el viernes, Irene necesitaba reunirse con una compañera del colegio
para terminar un trabajo de inglés y a nosotros nos daban pánico las colas en
la carretera previstas para el viernes.
Como teníamos cuatro días por delante decidimos quedarnos hasta
el sábado a mediodía y subir entonces. Perder un día de esquí no nos molestó ya
que lo normal en estas fechas son colas, agobio y mala nieve.
El domingo nos despertamos muy pronto para llegar a
Grandvalira a las 9:40. Nos temíamos colas en la carretera, dificultades para
aparcar, a pesar de que tenemos un sitio secreto frente a una ladera, estrés de
esquiadores, largas esperas en los remontes…
Por extraño que parezca no había ni una persona en la carretera
ni en Pas de la Casa ni en la pista central ni en ningún lado. Aparcamos con
rapidez en un espacio vacío de coches y gente y nos preparamos para esquiar
durante horas.
Siempre digo que el esquí es un deporte cansado incluso antes
de empezar a deslizarse por las pistas. Ponerte las botas, bajar los esquíes
del techo del coche, cargarlos hasta en inicio de la pista…
El día no era demasiado bueno. Pasamos por todos los estados
climáticos posibles: nubes, sol, nieve, niebla y viento… Solo nos quedó la
lluvia.
La nieve estaba muy bien por la época, solo me molestó el rato
de niebla porque cuando el suelo y el cielo se unen me mareo. El domingo me
pegué una gran torta en la pista por culpa de ese mareo. Me alucinó que nadie
me ayudara a rescatar mi esquí. Tuve que quitarme el otro y subir andado a por
él… Por suerte solo fue un susto.
El lunes tuvimos un día alucinante de esquí, con sol, sin
gente, una nieve muy pasable y sin frío.
Ayer pasé el día en Barcelona aporreando las teclas con una
intensidad increíble… Escribí dos capítulos, seis mil seiscientas palabras… Es
un lujazo cuando mi cabeza colabora…
¡Feliz día! J
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