Un reencuentro apoteósico
¡Buenos días! Todavía sonrío al recordar la noche de ayer.
Fueron instantes de risas, conversaciones y una felicidad contagiosa.
Hay reencuentros poco afectivos, cuando no encuentras conexión
con la persona a la que ves después de muchos años. En esas situaciones me
siento pequeña, ansiosa y sin demasiados motivos para sonreír. Y luego existen
los reencuentros apoteósicos como el de ayer, con amigos de antaño que vuelven
a llenarme el corazón de alegría, amor e ilusión.
De niña tenía unos amigos inseparables, David, Margarita y
Eva. Éramos una piña, un grupo de personas dispares que tenían puntos en común.
En nuestra época carecíamos de redes sociales, móviles, Internet… Cuando cada
uno de nosotros fue a la Universidad nos distanciamos hasta perder el contacto.
Los años sumaron.
A David todavía le conservé entre mis amigos un tiempo, vino a
mi boda, fue mi testigo, conseguimos seguir nuestras vidas un tiempo, hasta que
tuve a mi primer hijo. Tenía veinticinco años y mi vida cambió radicalmente, convirtiéndome
en una madre responsable.
El tiempo pasó con mil momentos increíbles. Mi vida dio un
giro al empezar a escribir, a crear, a dejar escapar esa creatividad innata que
convivía conmigo dense niña. Pasé años ansiosos, con la sensación de que se me
escapaba el tren de las metas trazadas, sin encontrar un resquicio de luz en mi
emocionante camino en la escritura.
En
medio de ese vendaval Facebook irrumpió en mi vida. Recuerdo los inicios,
sentada en el despacho de casa, cuando todavía no tenía portátil ni una rutina
ni las alas para volar alto. Los recuerdos de otros tiempos se formaron con
rapidez en mi mente, me transportaron a ese pasado remoto donde tenía a mis amigos
al lado. Y los busqué.
Semanas después nos reunimos Margarita, David y yo reanudando
de manera tímida nuestra relación. No era el momento, en mi interior libraba
una batalla entre las esperanzas rotas y la realidad a la que me enfrentaba
cada día. Acababa de perder el trabajo, necesitaba encontrar otro y apenas
podía sonreír.
El tiempo volvió a pasar. Mi vida dio otro giro impresionante,
reuní a un grupo de amigas que me mostraron el sendero a la amistad verdadera,
aprendí a canalizar mis ansias de publicar hacia las de la creación, a
disfrutar con cada novela, a descubrir la emoción de acompañar los personajes…
Ayer al fin volvimos a vernos. Fue en un concierto de David (enlace a suestudio), un gran artista al piano. Margarita y yo nos sentamos a su lado a
escucharlo, con los sentimientos a flor de piel, felices, contentas de estar
juntas después de tantos años.
El concierto fue alucinante, David y Alfredo, su compañero al
piano, nos prepararon un formato en petit
comité con explicaciones de cada una de las canciones, una copa de cava y
un ambiente inmejorable.
Después nos fuimos a cenar con dos amigos de David que
resultaron ser divertidos y con chispa. Fue una cena regada con risas,
recuerdos, momentos tiernos y espacio para ser felices.
¡Feliz día! J
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