La prudencia ante todo
¡Buenos días! Mientras me planteo
cómo encarar algunas tramas de mi nueva novela en la cabeza preparo cosas para
las antiguas, las repaso, las releo, las siento de nuevo crecer en mi interior.
De los muchos mensajes que recibo
para que os cuente algo acerca de No
puedo vivir sin ti hay algunos que me hacen sonreír por cómo se describen
los sentimientos de la lectora en ellos. Es bonito sentirme acompañada por ellas y
saber que mis «niños» han logrado llegarles al alma.
No puedo hablar todavía de la
novela, no me dejan ni publicar la sinopsis, pero prometo una trama llena de
intensidad, pasión, acción y muchos obstáculos para superar. Un final bonito,
aunque con un toque. Un epílogo necesario para cerrar la historia. Y unos
personajes que han evolucionado con el tiempo, aunque sin perder nunca su
identidad.
Llevo demasiado tiempo hablándoos
de ellos, dejando una huella impresa de lo que significan Julia y Zack para mí,
intentando desligarme de un par de personas inventadas que se han introducido
en mi alma para tatuar ahí su esencia, sus nombres, su paso por mis libros.
Supongo que necesito desengancharme.
Estas últimas semanas me han
pasado algunas cosas sorprendentes. Todavía me quedo absorta muchas veces releyendo
los mensajes, reviviendo las llamadas telefónicas, asimilando los e-mails…
Es una sensación extraña, de
irrealidad, junto con una vocecita que me susurra al oído que no va a pasar
nada grande después, que solo es una nota de ilusión exenta de esperanza.
Hace unos años hubiera saltado de
emoción, hubiera llorado como una idiota, me hubiera puesto a temblar, a
tartamudear incluso al coger el teléfono, emocionada, saboreando la posibilidad
de tocar el cielo, a la espera de ese quimérico momento donde todo cobrara
sentido.
Y ahora… Pues me parece genial, para
qué nos vamos a engañar, pero se impone la prudencia. Porque al final es como
cuando buscas trabajo, puedes ir a muchas entrevistas con la ilusión de saber
que te han venido a buscar para acudir, pero al final encontrarte con que no os
entendéis o con que hay otro candidato mejor.
Vale, me voy a permitir tirar dos
cohetes, a sonreír, porque al final se trata de disfrutar la parte positiva de
cada instante, pero nunca más me voy a dejar arrastrar por la ilusoria
sensación de que algo grande está por venir. Con algo pequeñito me conformo…
La pura verdad, esa que subyace
en el fondo de mi corazón, es que la vida me ha llevado a un lugar donde valoro
cada logro como si fuera el mejor y en el que aprecio cada una de las metas
conseguidas, aunque sean a pequeña escala. Y a veces es mejor quedarse con una
pequeña victoria que desear ganar una guerra imposible.
¡Feliz día! J
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