En toda oscuridad hay luz

9:09 Pat Casalà 0 Comments

¡Buenos días! La vida sigue con su camino hacia un futuro incierto, hay demasiado ruido a causa del virus, demasiada incertidumbre, demasiados condicionantes para hacernos sentir ansiosos por la falta de seguridad para afrontar con maestría los próximos años. Pero, aun así, es importante encontrar la positividad en cada escollo porque es lo único que nos queda para no perder la sonrisa ni las esperanzas ni la ilusión.
A veces te pierdes, te fundes en una bruma donde solo puedes ver oscuridad. Y solo encuentras la luz cuando algo te ayuda a abrir los ojos y te das cuenta de que incluso en la peor de las negruras existe el color.

Foto de Ahmed Aqtai en Pexels

Ser una persona empática y sensible es una bendición y a la vez una lacra. Porque sientes en estéreo, amplificas cada sensación y la haces tuya, siendo capaz de llorar, reír, enfadarse, incluso sollozar como una tonta con un libro, una película o las situaciones en la vida real. 
Es bonito, a mí me encanta sentir con esa viveza porque me aporta todo un mundo de emociones, me enseña a estar cerca de los demás, a abrirme, a formar parte de sus vidas, a soñar y a hacer reales por un instante a los protagonistas de una novela, película, serie…

Siempre he creído que esa es la cualidad más destacable a la hora de escribir, el poder sentir, el ser capaz de entrar de verdad en la mente de unos personajes inventados, pero a los que dejo cobrar vida en el papel y en mi mente hiperactiva.
Pienso en ellos en mis ratos libres, al despertarme por la mañana, al irme a la cama, mientras ceno, cuando miro la tele… Siempre he sido muy capaz de compartimentar mi mente, de ser multitarea, de pensar en dos y tres cosas a la vez sin perder el hilo de ninguna. 
Vale, esa capacidad me afecta al sueño, pero también a la ilusión porque consigue rebajar el estrés y darme una salida momentánea cuando las responsabilidades se me amontonan. Es como una brizna de aire fresco que suele funcionar mejor incluso que salir al aire fresco a fumar como hacen algunos o bajar a hacer un café.

Foto de Chris John en Pexels

Durante la mayor parte de mi vida he compaginado trabajos muy exigentes a nivel de concentración y de responsabilidad con la escritura. Y nunca ha sido un problema porque no colisionan las actividades entre sí, soy totalmente capaz de separarlas y dar todo de mí en cada una.
Desde hace un año mi vida cambió, y estos meses me han aportado una nueva visión de la escritura, he madurado en ella, he aprendido a dudar, a reescribir, a releer muchísimas más veces, a evaluar de forma diferente mis avances, a caminar en doble sentido. 
Esta ha sido la parte positiva de quedarme sin trabajo, el aprender a corregir constantemente, a repasar cada escena, a valorar cada paso mirando hacia atrás y regresando a los detalles. Es algo que una vez conseguido ya no se pierde y el día que vuelva a trabajar no abandonaré. Porque volveré a compaginar mis dos mundos con efectividad y a la hora analizaré los avances en las novelas desde un ángulo diferente.
¡Feliz día! J   

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