Thanos y Alysa (la trama 41)
¡Buenos días!!! Parece que me he levantado un poquito mejor… ¡Me fui antes
del trabajo y me pasé toda la tarde en la cama sin hacer nada! ¡Sólo
descansando! Y parece que ese es uno de los mejores remedios, combinado con
dosis de antibiótico e Ibuprofeno, claro. ¡Así que ahora toca ir a trabajar con
una sonrisa y despejar la mayor cantidad de asuntos!
Voy a continuar un poco
Los Cofres del Saber, ¿OK? Conocimos la historia de amor de Isaac y Kara, el
embarazo de la chica…
…Thanos nació en los
albores de la primavera, un lluvioso día de finales de marzo, cuando las
temperaturas empezaban a escalar algunas posiciones en el termómetro. Isaac y
Kara se emocionaron al ver cómo su hijo llegaba al mundo y saludaba la vida con
un llanto ensordecedor. Tres años después el destino les sonrió regalándoles
una niña llamada Alysa.
La felicidad de Kara era
completa, había escapado de las garras de su señor para acabar en un hermoso
lugar que le había brindado un compañero y unos hijos. Cuidaba de ellos con
ilusión y esmero, siempre anteponiendo el bienestar de ellos al suyo propio,
agradeciendo a la vida ese regalo que le había otorgado.
Sin embargo la muchacha
intuía que su amado le escondía un secreto, uno que lo había vuelto un tanto
receloso, que le nublaba la vista en algunos momentos, que lo hacía sentir un
tanto triste a veces. Kara había
intentado averiguar qué le preocupaba a Isaac, pero él siempre eludía contestar
a sus preguntas.
Isaac era capaz de leer en
la mente de su esposa y sentía un tanto incómodo al no compartir con ella los
dones de los que había sido dotado. Desde el nacimiento de Thanos había intuido
que llegaría el día en el que debería afrontar la difícil tarea de explicarse,
de compartir con ella una realidad que no entendería, de aceptar que su
descendencia también contaba con aquellos genes que le hacían diferente.
A medida que los años se fueron sucediendo y sus
hijos se acercaban a la edad de nueve años empezó a sentir miedo por ellos. ¿Y
si no eran capaces de bloquear los embiestes de los guardianes? ¿Y si los
guardianes podían encontrarlos? ¿Y si él era el único dotado con la capacidad
de evitar que lo encontraran y lo exterminaran?
Tanto Thanos como Alysa presentaban todos los
signos de ser como él. Eran niños intuitivos, despiertos, capaces de ver más
allá de las cosas, de escuchar ruidos lejanos, de hacerse preguntas profundas y
transmitirlas a su padre, el único en el que confiaban a la hora de intentar
contestar los interrogantes que les surgían. Era como si un sexto sentido los
ayudara a entender que sólo Isaac podía contestarles.
Muchas noches Isaac se escabullía de la cabaña que
compartía con su familia para caminar a oscuras por el bosque y utilizar su don
para intentar ver el futuro de sus hijos, pero no veía nada concreto que lo afectara
a él ni a Kara ni a sus suegros ni a su cuñado, tan sólo discernía el devenir
de su raza en su conjunto, como si la concreción se apartara del todo de su
poder de avanzar el tiempo.
Cuando Thanos cumplió los nueve años se enganchó a
él de día y de noche, observando el comportamiento del niño, esperando que la
realidad le sobreviniera como le había sucedido a él una noche ya tan lejana.
Ese mismo verano los dones de Thanos alcanzaron su
esplendor. Isaac fue un testigo mudo de la noche en la que su hijo accedió a
ellos y aprendió la historia de los prigenios, de sus experimentos, de la
existencia de los guardianes. Estaba escondido tras un árbol cercano a él con
el corazón en un puño y el miedo a que fuera descubierto oprimiéndole el
estómago. Se había pasado los últimos años intentando averiguar cómo era capaz
de evitar que los guardianes lo encontraran para no perder a su hijo, pero no
había encontrado ninguna respuesta válida a esa realidad.
Cuando el niño se desmadejó en el suelo como un
muñeco de trapo su padre corrió a su lado y lo veló hasta que las primeras
luces del alba los fueron meciendo. La angustia constreñía el estómago de Isaac
y casi no lo dejaba respirar con normalidad. Un sudor frío y pegajoso se había
escapado de cada uno de los poros de su piel para perlarle el cuerpo. Había
intentado de manera un tanto frenética y desesperada leer en la mente de su
hijo en busca de alguna señal que lo ayudara a cerciorarse de que estaba a
salvo, de que los guardianes no podían encontrarlo, pero no había logrado
penetrar en él.
Thanos despertó un tanto aturdido. No sabía si la
experiencia de la noche anterior había sido fruto de su imaginación o algo
real. Abrió los ojos lentamente, escuchando de una manera nítida y clara las
angustias de su padre, los pensamientos que deambulaban por esa mente tan
conocida, las angustias que la atrapaban.
-¡Padre! -gritó al encontrarse con sus lágrimas-.
¡No temas! ¡Ellos no pueden descubrirme! Tanto Alysa como yo somos iguales a ti
en todos los sentidos y así serán nuestros descendientes...
¡Pasad un buen día!
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