Svet y sus recuerdos... (la trama 42)

7:41 Pat Casalà 2 Comments


            ¡Buenos días! Ya estamos en el ecuador de la semana, un día perfecto para continuar un poquito con la trama que nos ocupa y darle un empujoncito a Los Cofres del Saber, ¿os parece bien?
           La semana pasada dejamos la historia de Isaac y sus descendientes preparada para que más adelante nos revele algún secreto, ahora nos toca regresar con Svet y Eduardo. Para poneros en situación os explicaré que los dejamos en un taxi destino a la fiesta de la ONG para la que ambos trabajan, con Svet recordando la noche del incendio en casa de sus padres y la sensación de que un hombre se había metido en su cabeza.
            …Svet se había quedado callada los últimos cuarenta minutos, desde que había recordado aquel episodio extraño de posesión y no había logrado darle ningún sentido. Se había dejado conducir por Eduardo por el salón donde se celebraba la fiesta, sin dejar de darle vueltas al asunto, intentando entender, saber, recordar algo más.
            Los minutos se habían sucedido despacio, entre personas sonrientes que hablaban de cosas fútiles y sin ninguna substancia. Se habían sentado en una mesa redonda con gente influyente de la sociedad que les subvencionaba parte de su trabajo y Svet se había obligado a componer una sonrisa perenne para no atentar contra los intereses de su ONG.
            Su interior estaba total y absolutamente convulso. Todos los recuerdos que la habían sacudido aquella velada la habían dejado inmersa en un sinfín de angustias y destemplanzas. ¡Su hermana estaba viva! ¡Y había sido la culpable de la muerte de su familia!
            ¿Cómo se podía causar algo así y continuar viviendo? Svet estaba convencida de que la mujer que había escuchado y visto en la televisión era su hermana, lo había sabido desde el instante en el que su voz aguda y un tanto exaltada se había colado por sus pabellones auditivos y entonces habían aparecido la tromba de recuerdos reprimidos, aquellos que durante toda su vida se había negado a revivir.
            Habían servido una ensalada de marisco. Svet revolvió un poco el plato con el tenedor sin dejar de sonreír, a pesar de que su mente se hallaba a miles de kilómetros de esa mesa, en una zona rural de Transilvana, en una casa ardiendo, estirada en el suelo en medio de las llamas.
            Antes de caer había sentido el embiste de una voz metiéndose en su mente. Era una voz masculina un tanto tosca y muy robusta, una voz acompañada de unos ojos negros que brillaban en la oscuridad de sus pensamientos. Esa voz la había instado a estirarse en el suelo, a cerrar los ojos y a olvidar, a abandonar la realidad, a bloquearla, a dejarse seducir por el sueño, a abandonar ese mundo,…
            Luego habían aparecido los recuerdos medio borrosos de Eduardo alzándola del suelo, la tos que la había aquejado mientras se deslizaba medio dormida por la escena, las sirenas lejanas de los bomberos que se acercaban, la sensación de pérdida, dolor y tristeza que la acompañó al despertar en el hospital y saberse huérfana.
            No podía quitarse aquellos ojos negros de la cabeza, eran como dos esferas brillantes que la acosaban entre la bruma de la memoria, unas esferas amenazantes, frías, atroces.
            Cuando el camarero le retiró el plato de ensalada completamente lleno de comida, Svet estaba temblando, era como si al recordar los ojos y la voz las palabras que aquel día lejano habían retumbado en su mente se escucharan de manera nítida y clara:
            -Ha llegado el final de tu vida -había escuchado-. Ahora estírate en el suelo, cierra los ojos, olvida donde estás, lo que has visto y lo que está sucediendo. ¡Duérmete!
            Y luego se había hecho la oscuridad….

            ¡Os deseo un día fantástico!
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