¡Cosas que pasan!
¡Buenos días! Empieza una
nueva semana un tanto distinta a las anteriores. ¡Es la primera vez que estoy
en casa por una lesión! Aunque no he podido librarme de las obligaciones
matutinas que he adquirido: preparar el desayuno de los niños, el mío, la
comida de Álex, despertar a Irene… ¡Suerte que mi marido me ha echado una mano!
Bueno, hay que mirar
siempre el lado positivo de las cosas, voy a tener todo el tiempo de mundo para
estar en casita y alternar la escritura con ratitos ociosos. ¡Qué más se puede
pedir! Hombre, si la pierna dejara de dolerme estaría muchísimo mejor….
No he recibido noticias de
nuestro anónimo, me encantaría alguna pista, ir descubriendo lentamente quién
es, hacer un poquito de detective. ¡Es algo emocionante! Aunque no soy quien
para privarle del anonimato…
Ayer Sara apuntaba en el
Facebook que estaría bien recapacitar sobre la existencia de personas
altruistas y la de otras que pasan por el lado de un herido sin inmutarse. ¿Cuántas
veces os habéis parado a socorrer a alguien? ¿Os han ayudado cuando lo
necesitabais? ¿Podemos decir que en general somos solidarios?
En mi casa siempre hemos
procurado ayudar a los demás. En las pistas de esquí mis hijos son siempre los
primeros que se paran a auxiliar a los accidentados, yo siempre los he alentado
a que sean así, considero que es importante darles esa visión solidaria de la
vida y enseñarles a que se debe ayudar a los demás.
También aplico estas
enseñanzas a la vida diaria. Si alguna vez alguien necesita ayuda en la calle,
para cruzar un semáforo, si se ha caído, si ha habido un accidente,… yo suelo
ayudar, pararme, auxiliar a quien lo necesita.
La experiencia de estar
tirada en la nieve, sola con mi hijo que no sabía cómo reaccionar y con un
dolor intenso en la pierna, me sirvió para comprobar que muchísima gente se
desliza por tu lado sin pararse ni mirarte ni preguntarte. ¡Y eso que me cogió
un ataque de llorera! Sí, lo siento, me puse a llorar como una niña. ¡Es que me
daba tanta rabia haberme hecho daño!
Así son los humanos en
general, así pasan por al lado de algo que no les incumbe y continúan bajando
la pista sin ni mirarte. ¡Suerte que dos chicos se paparon y me ayudaron! Y dejé
de llorar y empecé a comportarme como una persona con temple. ¡Os prometo que a
partir de ese instante me comporté genial!
Hace
algunos años a mi marido le pasó una cosa increíble, algo de lo que muchas
veces hablamos y todavía nos indigna porque fue una experiencia angustiosa para
él. Debía tener unos veinticuatro o veinticinco años, ¡todavía no estábamos
casados!
Una mañana entró en una
oficina de La Caixa para hacer algún tipo de operación que ahora no recuerdo y
al salir se encontró con dos hombres vestidos de calle que lo agarraron con
fuerza e intentaron inmovilizarlo en medio de la calle. Mi marido se resistió y
empezó a pedir auxilio a los transeúntes, quienes pasaban por su lado cambiando
de acera.
Los dos hombres lo
agarraron con mayor fuerza en vista de la resistencia que ofrecía mi marido y
lo redujeron en el suelo sin decirle nada, sin explicarle quiénes eran ni qué
querían. Mi marido iba gritando: “socorro, me quieren atracar, ¡qué alguien me
ayude!”. Pero nadie se paró a auxiliarle, ni siquiera llamaron a la policía o
intentaron averiguar qué pasaba, y pensad que mi marido acabó inmovilizado en
el suelo y con la amenaza de una porra que uno de los hombres alzó sobre su
cabeza.
Cuando al fin dejó de
resistirse los hombres lo cogieron y lo llevaron a un coche de policía que
estaba a una manzana de distancia. Allí, justo en ese instante, se
identificaron como agentes de la ley. ¡Me parece increíble que no lo hubieran
hecho antes! Uno de ellos le pidió el DNI a mi marido mientras el otro llamaba
por radio.
-¡Perdona! -le dijo el de
la radio a mi marido tras constatar que habían cometido un error-. La alarma de
La Caixa ha sonado y tú eras el único cliente, así que no podíamos correr
riesgos y por eso te hemos cogido. ¡Son cosas que pasan, chaval!
Y lo dejaron ir, así, sin
más, con una simple disculpa y el mal trago en la piel. ¡Parece increíble que
durante el forcejeo nadie ayudara a mi marido! ¡Y que los agentes no se
identificaran hasta el final! ¡Y que nadie llamara a la policía! ¡He de admitir
que desde entonces no acaba de gustarme la policía!
Bueno, hace tantos años de
eso…. ¡Pasad un gran día!
Com q no et veuré t'hauré de llegir. :)
ResponderEliminarRealment és indignant que tanta gent no es parés a veure com estaves. A pistes fa molt que no hi vaig i no t'ho sabria dir però pel carrer alguna ajuda he aportat; acompanyar avis, cecs i retornar coses caigudes...
Lo del teu marit, ho veig una mica diferent. Potser els q passaven per allí havien vist que eren Policies i per això no el van ajudar. Potser no, però això m'ha agradat pensar quan ho he llegit.
Bé, cuidat molt i descansa la cama!
Un petonet
Doncs no, Senda, quan va passar lo del meu marit ningú sabia que eren policies! Què hi farem!!! Os trobaré a faltar!!!!
ResponderEliminarES INCREIBLE LA POCA EMPATIA QUE HAY,POR NO HABLAR DE FALTA DE HUMANIDAD.............ASI VAN LAS COSAS..........
ResponderEliminar¡Pues sí! Parece mentira que la gente pase por delante de cosas así y ni se inmute... ¡Pero es lo que hay!!! ¿Vamos con pistas sobre tu identidad? Jajajaja, es que me pierde la curiosidad...
ResponderEliminar¡Un beso! ¡Y feliz tarde!