¡Cosas que pasan!

8:38 Pat Casalà 4 Comments


            ¡Buenos días! Empieza una nueva semana un tanto distinta a las anteriores. ¡Es la primera vez que estoy en casa por una lesión! Aunque no he podido librarme de las obligaciones matutinas que he adquirido: preparar el desayuno de los niños, el mío, la comida de Álex, despertar a Irene… ¡Suerte que mi marido me ha echado una mano!
            Bueno, hay que mirar siempre el lado positivo de las cosas, voy a tener todo el tiempo de mundo para estar en casita y alternar la escritura con ratitos ociosos. ¡Qué más se puede pedir! Hombre, si la pierna dejara de dolerme estaría muchísimo mejor….
            No he recibido noticias de nuestro anónimo, me encantaría alguna pista, ir descubriendo lentamente quién es, hacer un poquito de detective. ¡Es algo emocionante! Aunque no soy quien para privarle del anonimato…
            Ayer Sara apuntaba en el Facebook que estaría bien recapacitar sobre la existencia de personas altruistas y la de otras que pasan por el lado de un herido sin inmutarse. ¿Cuántas veces os habéis parado a socorrer a alguien? ¿Os han ayudado cuando lo necesitabais? ¿Podemos decir que en general somos solidarios?
            En mi casa siempre hemos procurado ayudar a los demás. En las pistas de esquí mis hijos son siempre los primeros que se paran a auxiliar a los accidentados, yo siempre los he alentado a que sean así, considero que es importante darles esa visión solidaria de la vida y enseñarles a que se debe ayudar a los demás.
            También aplico estas enseñanzas a la vida diaria. Si alguna vez alguien necesita ayuda en la calle, para cruzar un semáforo, si se ha caído, si ha habido un accidente,… yo suelo ayudar, pararme, auxiliar a quien lo necesita.
            La experiencia de estar tirada en la nieve, sola con mi hijo que no sabía cómo reaccionar y con un dolor intenso en la pierna, me sirvió para comprobar que muchísima gente se desliza por tu lado sin pararse ni mirarte ni preguntarte. ¡Y eso que me cogió un ataque de llorera! Sí, lo siento, me puse a llorar como una niña. ¡Es que me daba tanta rabia haberme hecho daño!
            Así son los humanos en general, así pasan por al lado de algo que no les incumbe y continúan bajando la pista sin ni mirarte. ¡Suerte que dos chicos se paparon y me ayudaron! Y dejé de llorar y empecé a comportarme como una persona con temple. ¡Os prometo que a partir de ese instante me comporté genial!
              Hace algunos años a mi marido le pasó una cosa increíble, algo de lo que muchas veces hablamos y todavía nos indigna porque fue una experiencia angustiosa para él. Debía tener unos veinticuatro o veinticinco años, ¡todavía no estábamos casados!
            Una mañana entró en una oficina de La Caixa para hacer algún tipo de operación que ahora no recuerdo y al salir se encontró con dos hombres vestidos de calle que lo agarraron con fuerza e intentaron inmovilizarlo en medio de la calle. Mi marido se resistió y empezó a pedir auxilio a los transeúntes, quienes pasaban por su lado cambiando de acera.
            Los dos hombres lo agarraron con mayor fuerza en vista de la resistencia que ofrecía mi marido y lo redujeron en el suelo sin decirle nada, sin explicarle quiénes eran ni qué querían. Mi marido iba gritando: “socorro, me quieren atracar, ¡qué alguien me ayude!”. Pero nadie se paró a auxiliarle, ni siquiera llamaron a la policía o intentaron averiguar qué pasaba, y pensad que mi marido acabó inmovilizado en el suelo y con la amenaza de una porra que uno de los hombres alzó sobre su cabeza.
            Cuando al fin dejó de resistirse los hombres lo cogieron y lo llevaron a un coche de policía que estaba a una manzana de distancia. Allí, justo en ese instante, se identificaron como agentes de la ley. ¡Me parece increíble que no lo hubieran hecho antes! Uno de ellos le pidió el DNI a mi marido mientras el otro llamaba por radio.
            -¡Perdona! -le dijo el de la radio a mi marido tras constatar que habían cometido un error-. La alarma de La Caixa ha sonado y tú eras el único cliente, así que no podíamos correr riesgos y por eso te hemos cogido. ¡Son cosas que pasan, chaval!
            Y lo dejaron ir, así, sin más, con una simple disculpa y el mal trago en la piel. ¡Parece increíble que durante el forcejeo nadie ayudara a mi marido! ¡Y que los agentes no se identificaran hasta el final! ¡Y que nadie llamara a la policía! ¡He de admitir que desde entonces no acaba de gustarme la policía!
            Bueno, hace tantos años de eso…. ¡Pasad un gran día!

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4 comentarios:

  1. Com q no et veuré t'hauré de llegir. :)
    Realment és indignant que tanta gent no es parés a veure com estaves. A pistes fa molt que no hi vaig i no t'ho sabria dir però pel carrer alguna ajuda he aportat; acompanyar avis, cecs i retornar coses caigudes...
    Lo del teu marit, ho veig una mica diferent. Potser els q passaven per allí havien vist que eren Policies i per això no el van ajudar. Potser no, però això m'ha agradat pensar quan ho he llegit.
    Bé, cuidat molt i descansa la cama!
    Un petonet

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  2. Doncs no, Senda, quan va passar lo del meu marit ningú sabia que eren policies! Què hi farem!!! Os trobaré a faltar!!!!

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  3. ES INCREIBLE LA POCA EMPATIA QUE HAY,POR NO HABLAR DE FALTA DE HUMANIDAD.............ASI VAN LAS COSAS..........

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  4. ¡Pues sí! Parece mentira que la gente pase por delante de cosas así y ni se inmute... ¡Pero es lo que hay!!! ¿Vamos con pistas sobre tu identidad? Jajajaja, es que me pierde la curiosidad...
    ¡Un beso! ¡Y feliz tarde!

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