Vuelta a la rutina
¡Buenos
días! Hoy regresamos ya a la rutina habitual, los niños vuelven a la actividad
lectiva, la ciudad se va a llenar de bocinazos, tráfico y caos a las horas
punta y veremos muchos transeúntes caminando de prisa por la calle para llegar
pronto a su lugar de trabajo…
La
vida sigue su curso… Siempre se repiten los mismos ciclos, las mismas
situaciones, los mismos principios. Y nosotros vamos asistiendo a ellos con una
madurez cada vez mayor, con un sentimiento de paso del tiempo que nos acompaña
en cada estadio de nuestra existencia.
Hay
veces en que esa monotonía se rompe gracias a un cambio repentino de trabajo,
de estudio, de etapa, pero al final siempre acabamos siguiendo la estela de una
rutina, siempre tenemos un primer día de trabajo tras las vacaciones y un día
final antes de irnos.
Para
mí esa sensación de caminar en la senda
de los años últimamente se me ha hecho un tanto difícil de asumir, es como si
cada uno de los ciclos que empiezan de nuevo me recordara la ilusión de antaño,
los sueños rotos, la fragilidad de las quimeras que erigimos para alcanzar en
breve.
Soy
feliz con lo que tengo y en el fondo sé que no debería pedir más. Mi familia me
arropa, he conseguido un trabajo con buenos compañeros, mi marido también tiene
trabajo y mis hijos crecen sin demasiados problemas… Pero yo siento que me
falta algo, que el tiempo se me escurre entre las manos sin avanzar, que los
anhelos se entrecruzan con la rutina y me repiten sin cesar que debo seguir
luchando, que debo seguir escribiendo, que debo seguir creyendo.
¡Y
lo hago! Sigo ilusionada, sigo aquí de madrugada, sigo soñando, sigo trabajando…
Incluso si una tarde como la de ayer tengo todas las horas para escribir y la
inspiración se pierde en el recoveco de mi cabeza, siento la presión interna de
pensar que he perdido el tiempo, que he acabando construyendo Sudokus con el
iPad, que he tirado la toalla momentáneamente…
Me
exijo mucho en todo. Siempre he sido así, por eso me pesa tanto cuando me
equivoco o cuando no alcanzo aquellas metas trazadas de antemano. En el terreno
de la escritura he pasado por muchísimas fases, ahora he llegado a una en la
que pienso que no vale la pena agobiarse si no escribo, en la que disfruto de
cada segundo en el que mis dedos tejen historias junto al teclado, en el que ya
no sufro ni me obligo ni pienso que esa afición va a llevarme a alguna estantería
del FNAC.
Ahora,
cuando las palabras se me secan como ayer por la tarde, cuando las horas que
tendrían que estar dedicadas a avanzar en la novela se pierden en otras
aficiones, ya no me fustigo por el hecho de no haber aprovechado un bien tan
escaso como el tiempo, porque en el fondo ahora tengo un trabajo remunerado por
el que a final de mes recibo un dinero bien merecido y sé que el sábado y el
domingo son mis días de descanso. ¡Así que estoy en mi derecho de utilizar el
tiempo como me apetezca!
Desde
que abandoné la obsesión por publicar y se quedó como un deseo residual que
todavía me alienta, he aprendido a ser feliz con la escritura, a disfrutar de
la creación, a verlo como un hobby, como algo que me ayuda a llenar las horas
muertas y me vacía la cabeza de invenciones. ¡Pero sigo desando vivir en un mundo
perfecto donde todos los artistas pudiéramos vivir de nuestro arte!
Así
que voy a seguir soñando, a seguir viviendo, a iniciar de nuevo el ciclo
escolar, a volver a la oficina, a sonreír y a buscar momentos para dejar crecer
las novelas en el portátil. Y voy a pensar que será verdad que La Baraja
empiece su periplo por las editoriales. ¡A ver si hay suerte!
¡Pasad
un día genial!
Me gusta leerte. Una pequeña vida es una gran vida. Las preocupaciones de ahora, serán las de mañana.
ResponderEliminarNo hay tiempo perdido en el deseo de escribir. Ese tiempo que se va, también será literatura.
Hoy se puede publicar de muchas maneras.
Te deseo un año excelente.
¡Gracias Pilar! Yo siempre he creído que el tiempo dedicado a la escritura es tiempo bien empleado. En realidad no me imagino la vida sin las palabras... ¡Yo también te deseo un año maravilloso!
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